Estos Juegos Olímpicos de Londres han confirmado que en los últimos años los clavados es el deporte que mayor potencial de medallas ofrece para México, sólo superados por los chinos en el mundo. La rentabilidad de esta inversión es alta y allí están las tres medallas conseguidas, de las cinco que ha obtenido la delegación mexicana, a escasos cinco días de la caída del telón de estos juegos.
En clavados, China va por delante de México pero no por mucha distancia, así que si continúa el buen trabajo de planeación de largo plazo desde los directivos del deporte, con inversión en entrenadores de alto nivel, en la detección y seguimiento de talentos, en infraestructura adecuada y en el fomento del deporte entre la niñez, seguramente que pronto las medallas se multiplicarán, incluso por encima de la actual supremacía china en clavados. Lo mismo podría decirse del tiro con arco, del taekwondo, del boxeo, de la caminata o del fútbol, deportes en los que México tiene un alto potencial de victorias a nivel olímpico en el corto plazo y, desde esa plataforma, estaría en posibilidad de generar una oleada competitiva en otros deportes.
Pero la clave detrás de un gran plan -como ya se ha evidenciado en estos juegos olímpicos- está en la inversión.
Con la economía mexicana está pasando lo mismo. Como en los clavados, México se ha convertido en una potencia exportadora automotriz que vendió vehículos por más de 43 mil millones de dólares durante el primer semestre del año (24% del total de las exportaciones del país) con lo que ya es el octavo mayor productor mundial de vehículos y, además, con una previsión fundada de producir alrededor de cuatro millones de vehículos anuales hacia 2016; 50% más que la producción actual.
Como en los clavados, la buena noticia es que no sólo es el sector automotriz. Con un gran potencial de desarrollo en el corto plazo para afianzarse o convertirse en potencia, allí están la industria aeroespacial, la de electrodomésticos, la electrónica e informática, algunos cultivos agrícolas, la minería y la industria turística, entre otros.
¿Dónde está la clave para lograrlo? ¡En la inversión! Los sectores que han logrado despuntar lo hicieron porque, además de un plan, hubo inversión que antecedió al boom.
Sin embargo en el agregado, como país, la inversión ha estado más bien ausente, lo que explica las bajas tasas de crecimiento económico de las últimas décadas. La inversión fija bruta que en 1980 llegó a 24.8% como proporción del PIB, ha retrocedido en las últimas tres décadas a 21.1%. De hecho mientras que la inversión total (inversión fija + inventarios) como proporción del PIB es de 49% en China, 38% en India y 35% en Vietnam, en México es de 26%. Un dato más, la economía peruana ha crecido a tasas anuales promedio cercanas a 6% en la última década en buena medida porque su tasa de inversión pasó de 16% del PIB en 1990 a 27% en 2011. En México la tasa de inversión se estancó y con ello su tasa de crecimiento fue raquítica.
El nuevo gobierno debe proponerse crecer la inversión a una tasa por arriba de 10% anual para impulsar un crecimiento superior a 5%. No hay forma de sostener el crecimiento de los sectores punteros y de explotar el potencial de otros más sin el aliento consistente a la inversión, tal y como debe ocurrir también con el potencial deportivo del país.
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