Finalmente el “Recurso Sansores” no le dio resultado a Humberto Moreira. La frase del general victorioso en todas las batallas con la cual quiso sostenerse en el cargo el campechano contra la voluntad de Luis Echeverría, tuvo el mismo final. la calle.
Hoy los especialistas en la obviedad señalan con tono crítico algo sin relevancia: Moreira se hizo a un lado (lo hicieron) para no perjudicar a Enrique Peña Nieto. Vaya capacidad analítica. ¡Cuánta profundidad! Como si en plena etapa electora los movimientos internos de un partido no tuvieran, todos, la finalidad de respaldar al candidato pues su triunfo es la ganancia común, en todos sentidos.
Pero las repercusiones dentro del PRI no son tan importantes como los efectos en el Partido Acción Nacional. Veamos.
Los espectadores de la pelea de peso mosca en Guadalajara entre Ernesto Cordero y Josefina Vásquez Mota quienes querían matarse a pellizcos (especialmente Chepinita a Ernesto), no vieron el conjunto.
Si alguien no lo sabe, en la capital de Jalisco los tres aspirantes azules se reunieron en una pantomima para discutir sus proyectos y promover su presencia final en la boleta. La consigna de esos encuentros es ofrecer una imagen de contienda armoniosa si eso pudiera decirse sin soltar la carcajada.
Y así, cada uno con sus firmas bajo el brazo, sale a la arena interna a dirimir entre frases bonitas y detalles de amabilidad todo el florilegio de sus ocurrencias. Y en eso estaban cuando Josefina abrió el clóset de las viejas memeces de Ernesto y subrayó cómo yendo al mercado se aprende más de economía hasta para pasarse por el arco del sentido común la idiotez (no dijo así, eso lo digo yo) de los célebres seis mil pesos mensuales. Y de ahí se soltaron. Cordero le dijo palabras más, palabras menos, ignorante y poco enterada y le pidió informarse bien antes de hablar de cosas serias. Josefina se arrinconó en el respeto a las amas de casa.
Por eso, llama mucho la atención la fotografía de la agencia Notimex publicada ayer en algunos medios: Cordero en una silla aplaude con hastío; Josefina agradece de pie mientras a su otro costado Santiago Creel posa sentado. La evolución del asunto en la PGR, al cual se le ha ordenado celeridad y precisión para no incurrir en otro “oso” tamaño Michoacán y similares, podría borrar de la foto a Santiago y a Josefina.
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Pero mientras eso ocurría en el foro de la Fundación Rafael Preciado Hernández, el terremoto previsto en el PRI pasó del presagio al hecho consumado. Pero eso hoy ya no tiene relevancia. Es agua bajo el puente.
Lo notable es cómo Cordero, de inmediato, se adjudicó la defenestración de Moreira como un logro político propio. Y quizá lo sea. Mientras todos en el PAN hablaban de Coahuila, el único capaz de convertir la inconformidad “político-grillosa” en hechos judiciales, fue ECA.
Todos sabemos cómo sucedieron las cosas en los días previos a su salida de la SCHP, con el cronómetro en la mano, en agosto, el entonces secretario, con todo el respaldo de su jefe, acudió a la Procuraduría para denunciar las truculencias en la contratación de la deuda de Coahuila.
«Estamos convencidos y decididos de que se debe hacer justicia y se debe esclarecer qué paso”.
En esas condiciones Cordero se convierte, para usar palabras famosas en nuestro repertorio político, en el héroe de la película, papá. Hasta ahora es el único de cuyo brazo pende la cabeza de un adversario. Podrá colocar la testa de Moreira en la pica y pasearse por el foro mientras Josefina, con el leve rencor de quien ve anotar a su rival, desliza: se deben investigar también (se lo dijo a Jorge Fernández Meléndez) las complicidades en la Secretaría de Hacienda sin las cuales no se habrían logrado las garantías de los créditos amparados con falsa documentación.
Si en el Partido Acción Nacional hubiera una verdadera lógica de poder, la caída del bailarín de las piernas rotas debería ser suficiente para elevar a Cordero en las encuestas internas. Y de paso le darían la última satisfacción a don Felipe: colocar a su elegido.
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Pero lo queramos o no, el aniversario de FCH es un tema obligatorio.
Si bien con cierta jactancia el presidente les restriega a sus enemigos de entonces cómo no lo quería dejar ni siquiera un día en el gobierno y ahora lo ven impotentes cumplir un lustro bajo el techo de Los Pinos, el estadista tiene a estas alturas su propia versión del huerto de Getsemaní.
No le pide a su padre (no es el caso) apartarle el cáliz, pero sí se somete a los designios de la divinidad donde no lo pueden alcanzar ni siquiera los más altos pájaros de la crítica:
“…Dios sabe por qué hace las cosas y, también, Dios sabe por qué nos llama a cada una o a cada uno de nosotros a enfrentar determinadas circunstancias. A exigirnos a cada uno que pongamos todos nuestros talentos y aún nuestras debilidades que las pongamos en juego y salir adelante”.
Y así, con todo respeto, pues no hay forma de analizar los hechos políticos si ésta es cosa de Dios quien todo lo ve y todo lo sabe y conoce los rincones más oscuros del alma de los hombres. Me doy.
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En uno de los más altos monumento al absurdo nacional, leemos en la Constitución (art 13):
“…ninguna persona o corporación puede tener fuero… subsiste el fuero de guerra…”
Sin embargo el artículo 111 dice:
“Para proceder penalmente contra los diputados y senadores al Congreso de la Unión, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral, los consejeros de la Judicatura Federal, los Secretarios de Despacho, los diputados a la Asamblea del Distrito Federal, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, el Procurador General de la República y el Procurador General de Justicia del Distrito Federal, así como el consejero Presidente y los consejeros electorales del Consejo General del Instituto Federal Electoral, por la comisión de delitos durante el tiempo de su encargo, la Cámara de Diputados declarará por mayoría absoluta de sus miembros presentes en sesión, si ha o no lugar a proceder contra el inculpado…”
Esta garantía de inmunidad ha sido parcialmente retirada con la algarabía de un niño con una bolsita de dulces. Y se ha hecho en el nombre de la honestidad, la equidad, la transparencia, el combate a la impunidad. Pero en el fondo queda la verdadera raíz del problema: la alta burocracia goza un trato distinto del resto de los ciudadanos. Los hay de primera y los habemos de segunda, tercera y demás.
Lo mejor hubiera sido quitarles todo. Protección, inmunidad y obviamente, impunidad, como en su momento y en la ya lejana campaña electoral del año 2000 lo propuso Francisco Labastida.
Y de paso valdría la pena aplicar otra parte del 13 constitucional: “…ni gozar más emolumentos que los que sean compensación de servicios públicos y estén fijados por la ley”.
Si esto fuera verdad se acabarían los bonos, sobresueldos, gastos diversos y dobles pagos como sucede con los legisladores quienes en verdad se llevan al bolsillo el doble de cuanto sabemos todos. La cifra estratosférica de por sí, entre dietas, servicio de comisiones y gastos parlamentarios, es apenas la mitad de lo real.
Yo ni siquiera lo cobraba. Vivía con lo de las dietas y demás. Para lo otro, abrí una cuenta en una casa de bolsa y durante los seis años del Senado –me dijo un viejo legislador– ni siquiera supe cuánto era. Al final ya me enteré. Me fui de espaldas”.
Ese es uno de los pozos sin fondo, como también la discrecionalidad de los gastos de secretarios, subsecretarios y demás en todas las dependencias federales, henchidas de ayudantes, choferes, jardineros, cuida-niños, acompañantes al “super” y todo cuanto hace de cada dependencia federal un pequeño feudo cuya administración se debe a los alquimistas de la contabilidad.
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Y sólo para recordar a Monsiváis y documentar el optimismo: esta sola definición política de Rubén Moreira, en su toma de posesión en Saltillo:
“Es el tiempo de todos, de todos en singular y en plural, de él y de ellas, de ellos y nosotros. Es el tiempo de levantar la cara para que el sol de nuestro escudo nos ilumine la piel…”