Pues sí, reconozcámoslo, somos de aquellos que pegan un brinco y se les ponen los pelos de punta cuando se habla de “modernizar” o “privatizar” algún sector, comentaba Agustín Ortiz Pinchetti, uno de los hombres más cercanos a Andrés Manuel López Obrador.
“¿Por qué? Simplemente por lo que nos ha tocado vivir… La burra no era arisca”, agregaría con una sonrisa, al pie del templete en que una enorme manta destacaba: “No al robo de todos los tiempos”.
De hecho, apuntaría, las razones de ese escepticismo -convertido francamente en renuencia y oposición- venían en las preguntas-respuestas formuladas por el propio tabasqueño en su discurso de ayer:
-¿En qué se benefició el pueblo de México con la entrega de la banca nacional?
Hoy, casi todos los bancos están en manos de extranjeros; han sido rescatados con el presupuesto público; no cumplen con su función de otorgar créditos; cobran excesivos intereses y comisiones por encima de las tasas internacionales; y año con año obtienen miles de millones de pesos de utilidades que transfieren a sus países de origen.
-¿En qué se beneficiaron los mexicanos con la privatización del sistema de telecomunicaciones? ¿Qué no, acaso, el servicio de telefonía y del internet es de los más caros, atrasados y lentos del mundo?
-¿Qué beneficios se han obtenido del monopolio de los medios de comunicación, cuyos concesionarios han recibido dinero a raudales del presupuesto público?
-¿En qué se avanzó con la privatización de los Ferrocarriles Nacionales, si en 20 años las empresas extranjeras no han construido nuevas líneas férreas, eliminaron los trenes de pasajeros y cobran lo que quieren por los transportes de carga?
-¿Cuál ha sido el beneficio para los mexicanos de la entrega de concesiones por 50 millones de hectáreas (25% del territorio nacional), para la explotación del oro, la plata y el cobre?
Y siguen las preguntas sobre las privatizaciones de otras empresas públicas, como las líneas aéreas, puertos, aeropuertos, carreteros, ingenios azucareros, complejos petroquímicos, plantas de fertilizantes…
Bueno, por eso y mucho más, diría el obradorista, nos erizamos ante un planteamiento como éstos. Y más tratándose del sector energético.
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LAS AGENCIAS GANAN LA NOTA.- Cuando menos en los portales de los diarios nacionales, quienes se llevaron la nota de cómo venía la reforma hacendaria fueron las agencias internacionales.
Al menos dos de ellas -Reuters y AFP- lanzaron sendos borradores horas antes de que el presidente Enrique Peña Nieto presentara oficialmente su propuesta de reforma hacendaria en Los Pinos.
Van algunos de los puntos que destacaban:
-No aplicar Impuesto al Valor Agregado (IVA) a alimentos y medicinas.
-Mantener exenciones a servicios médicos y transporte urbano.
-Eliminar exenciones en servicios educativos e intereses de hipotecas.
-Eliminar Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU) y el Impuesto a los Depósitos en Efectivo (IDE).
-Aplicar Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) a combustibles y plaguicidas, así como a las bebidas azucaradas.
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NI AVAL, NI RECHAZO ANTICIPADO.- Por un lado es la seriedad con la que habla; por otro, el tono en que expresa las palabras. El caso es que de pronto el diputado panista Ricardo Anaya produce escalofríos.
Así nos ocurrió al escuchar ayer por la tarde su respuesta -como presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados- a Luis Videgaray, luego de que el secretario de Hacienda entregara su propuesta de paquete económico 2014, así como las iniciativas de reforma hacendaria.
A este proyecto, diría Anaya, “ni nuestro aval ni nuestro rechazo anticipado…; analizaremos y discutiremos a profundidad el paquete económico…”
Y no, no eran tanto las palabras, sino el tonito.
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GEMAS: Obsequio del presidente de la República, Enrique Peña Nieto: “La iniciativa de reforma hacendaria trae muy buenas noticias para los mexicanos”.