Casi dos horas después salió furioso el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, de la reunión con maestros de la CNTE el jueves 12 a las 11. El subsecretario Luis Enrique Miranda dejó la oficina. En el salón de la Secretaría de Gobernación quedó el grupo de maestros que fue a exponer sus requerimientos. Nada.
Desde el principio el ánimo estaba encendido. Las escenas de la confrontación física entre maestros de la CNTE y policías del Gobierno del DF son dramáticas. El rostro enfurecido y transformado en odio de los maestros que enfrentan con golpes, palos, tubos y piedras a los policías es de una expresión extrema: de fuerza y de desahogo brutal. Otro México, ¿acaso el México bronco que dijera don Jesús Reyes Heroles ya está aquí?
La meta de los maestros (CNTE) ahora es la del enfrentamiento encaprichado. La muestra de su poder de acumulación de indignaciones. Muestra de que “podrán voltear al país al revés”, dijo uno de ellos porque “van a salir millones a las calles en todo el país”, prometió otro. ¿Arrogancia?
No hay propuestas concretas de los líderes de la CNTE. No hay una lucha por un fin socialmente comprobado ni justamente aceptable. No hay ahí ese tono de gesta en que el país entero pudiera desahogarse para cambiar lo que pasa:
La pobreza. El quebranto agrario. El desempleo encanijado. Los sistemas de salud mal entendidos. La migración. La justicia que se vuelve injusta. No. Nada de esto. Sí un tono agriamente reaccionario del magisterio CNTE, de no querer cambiar las cosas y, por lo mismo, la amenaza del “¡ahora sí van a saber lo que es Cajeta de Celaya!
Y la CNTE toma a la Ciudad de México y encierra y paraliza a sus habitantes. Y por error e incapacidad política, agravia a quienes no les han agraviado; agravia a quienes también tienen cosas que decir y quienes pudieron apoyarlos en una lucha de justicia laboral y sindical; agravian a una multitud de millones de seres humanos del DF que ahora los repudian. Políticamente incorrecto. Se agotan en sí mismos: La CNTE contra la CNTE.
¿Lo saben sus líderes, Rubén Núñez Gynez, Francisco Villalobos, Juan José Ortega? Son los mismos que como máxima de su confronta con los habitantes del DF piden “mayores recursos, respeto a los derechos laborales, la creación de una Comisión de la Verdad e inmunidad para los dirigentes; la abrogación de la reforma educativa y sus leyes secundarias”.
Una noche antes estuvo ahí mismo el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, quien, de grado o por fuerza, estimuló la salida de su entidad de los maestros de la Sección 22 del SNTE (CNTE) y quien, llamado al orden, dice que no pagará a los maestros que no acudan a clases: pero sí les pagará cuando lleguen, les dará su bono y a los que, se dice en Oaxaca, apoya por debajo de la mesa… Pagarán el pato los oaxaqueños, todos.
Muchos señalan con el dedo flamígero al jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, quien dejó crecer el problema porque no actuó con la ley en la mano desde sus inicios, cuando era controlable; porque, dudoso, quería quedar bien con Dios y con el Diablo. Y cuando ya sale a decir que actuará, incluso con la fuerza del Estado porque es su responsabilidad cuidar a los habitantes del DF, se escuchó un pitorreo clamoroso. Ha puesto en manos de Héctor Serrano, el secretario de Gobierno, encontrar la solución política al problema.
El gobierno federal tiene enfrente al monstruo que creó hace años; un monstruo propiciado por el mismo partido que hoy está en el poder (PRI); un monstruo que le servía, que le era dócil, que le era políticamente favorable: el SNTE, de donde surgió una disidencia tolerada; blanca y radiante; una disidencia (CNTE) que no gritaba mientras Elba Esther Gordillo tripulaba al SNTE, pero que ahora lo hace porque quieren demostrar que hace falta doña Elba Esther Gordillo para solucionarle el problema al gobierno.
Está en manos del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, solucionar el problema: un problema que es de gobernación y que ya crece y al que ya se suman SME, Morena, anarquistas y más cada día, en el DF y en la República.
Sí, lo va a contener para estas Fiestas Patrias pero aún estará ahí. ¿Y el presidente Enrique Peña Nieto? Hoy los discursos no son solución, por cierto: sí la política de Estado en democracia.
