Al paso de los años, el valor de la Feria Internacional de Libro (FIL) de Guadalajara se incrementa; si 10 años atrás ya era reconocida como la mejor de Iberoamérica, en 10 años su naturaleza se asimilará a la biología museística del arte contemporáneo. Hoy, es una fiesta sin coctel.
Si bajo el ángulo polisémico la lectura es el alimento para la imaginación, una feria es un banquete, y sabemos que los banquetes representan al acto sagrado de la vanidad, es decir, la feria de las vanidades. Si la lectura es revivir, la feria es un banco de oxígeno; si en el libro la mente se regodea, el lector se regodea en la feria.
Los ornamentos estético e intelectual de la FIL se fusionan en la cultura mexicana; de los mercaderes de Tlatelolco a las luces de Octavio Paz y Juan Rulfo: la estética como incentivo de la felicidad y de vida; la estética como un diálogo entre uno con el que uno quisiera ser.
¿Amazon amenaza el futuro de la FIL? ¿Kindle desaparecerá a los modernos libreros de casa? Frente al caos de la información que conlleva el mundo ingrávido sólo nos queda seleccionar, editar o decidir. El desfile de cifras de la FIL que inicia este fin de semana es un largo etcétera: 1900 editoriales, 220 agentes literarios, 600 escritores de 28 países, 700 mil visitantes.
La mutación museística de la FIL se verá reflejada en la exhibición de la correspondencia que sostuvieron Albert Einstein y Diego Rivera; también se colocarán tras vitrinas las traducciones al español de varios rollos del mar Muerto. Por primera ocasión habrá un pabellón digital, y una aplicación facilitará un paseo inteligente: GPS para desplazarse con sentido. En pocos años el número de vitrinas en la FIL se multiplicarán. Jorge Herralde, cuando deje a Anagrama, podrá ver los famosos libros amarillos también en el interior de una vitrina. Si el grupo Timón de Jesús de Polanco cerró la cadena de librerías Crisol, la marca Alfaguara tropicaliza sus publicaciones en función de la nacionalidad de sus escritores. La transición va.
En pocos años la FIL tendrá que cambiar su escenografía. Para cuando llegue ese momento, el museo Jumex se habrá mimetizado por todo el país. El de Guadalajara se encargará de realizar performance de obras como El llano en llamas y El laberinto de la soledad; un holograma de Arreola se encargará de reseñar La Feria, y con capa y sombrero, promoverá su obra; en efecto, venderá sus libros. Michel Houellebecq, se habrá aburrido de sus performances. Desde París, y en compañía de Frédéric Beigbeder, promocionará su novela a cuatro manos desde un aparador promocional de Chanel en Galeries Lafayette Haussmann (hologramas en tiempo real). Nacho Padilla ya habrá ganado todos los premios posibles. Orgullo global de México. ¿Generación del Crack? No, simplemente Ignacio Padilla.
Koons y Koolhaas, probablemente, se encargarán de que los asistentes a la FIL sostengan un diálogo estético con el escenario. Sí, Koons, el artista juguetero que inventó a Puppy, el perro millonario. Koolhaas, por su parte, arquitecto de las nubes que se encarga de empotrar edificios en espacios imposibles.
Para esos años el kindle habrá perdido su encanto; lecturas y descargas habrán conjurado la defensa del futuro frente a los vicios del pasado. Hoy aún existen las batallas temporales pero en menos de dos lustros se disiparán, no habrá firma de la paz.
Años atrás, Starbucks construyó una narrativa semiótica para ambientar una atmósfera propicia para practicar a lectura. El mundo de la experiencia estaba listo para que “alguien” se empotrara en él. Es algo similar con las fotografías de ídolos del espectáculo o del deporte en la que, en el rostro, se deja el espacio para que el fan introduzca su cara. Si bien es cierto que los parques temáticos de lectura pueden incentivar el gusto por realizarla, son, los apetitos de la imaginación y del conocimiento los auténticos incentivos para devorar libros.
Por lo pronto, a disfrutar de la FIL de Guadalajara de 2013, y aprovechar el viaje para disfrutar de las tortas ahogadas olvidando un poco el paso de las Chivas.