Esta semana se llevó a cabo la Autodesk University en el Venetian de Las Vegas. Cientos de amantes de la tecnología convivieron alrededor de las propuestas de esta empresa de software que está muy ligada a la construcción, el diseño y el entretenimiento. Me gustó la presentación que realizó Jeff Kowalski. El jefe de tecnología de la empresa habló de que todos, de alguna u otra manera, estamos surfeando en las cinco olas de la disrupción, cuando el mundo es más caótico y menos previsible.

 

Dice que con un poco de información, podemos dominar cualquiera de ellas.

 

Ola número uno: acceso y experiencia. Desde los libros hasta las películas y la moda. “Nos estamos moviendo del concepto de poseer cosas al modelo en el que accedemos a las cosas. Por ejemplo, los e-books de Amazon, las películas de Netflix la ropa de Rent the Runway, y herramientas de TechShop”.

 

Ola dos: Negocios inusuales. Hasta hace poco, dice, si teníamos una buena idea, usábamos los métodos tradicionales para capitalizarla. Pero eso está cambiando, asegura. La recolección de fondos ahora es más rápida y efectiva en la red. Además, advierte que el flujo de la innovación está revirtiéndose. Bajo el viejo modelo, la innovación surgía de los departamentos de Investigación y Desarrollo de las empresas grandes, hacia las pequeñas. Ahora las ideas flotan en la red y se comparten masivamente hasta tomar forma. Es más o menos ese modelo de negocios que explota muy bien Julian Assange con la información confidencial.

 

Tercera ola: fabricación digital. Las impresoras 3D, esas máquinas que Microsoft presumía hace más de una década en su casa del futuro, se convierten en algo más apegado a la realidad que en ese entonces. El concepto es sencillo: diseñas algo en la computadora, natural o artificial, y sale de una caja que contiene los elementos que dan ese resultado, como cartuchos de tinta. Eso significa, dice, innovación abierta. “Más de 60 por ciento de las innovaciones hoy vienen de los consumidores”.

 

Cuarta ola: inteligencia ambiental. Se basa en sensores que dan cuenta de nuestra vida, movimientos y necesidades. Pone como ejemplo los tenis que arrojan información del corredor que los porta. Recuerdo mucho a esos sujetos y señoritas que presumen en Twitter, terminada su sesión, que corren cuatro kilómetros de vez en cuando, como si fuera un gran logro atlético (al fin y al cabo son geeks los que lo hacen, hasta ahora).

 

Y la última ola, el cómputo infinito. A eso casi no le entendí. Dice que debemos dejar de ver el cómputo como un recurso precioso. Que es infinito. Pero cómo verlo así, por ejemplo, cuando vives en una nación pobre que intenta frecuentemente llevar computadoras a los niños, cuando no tienen en algunas de sus escuelas ni baños para cubrir sus necesidades básicas. Es más, había algunas a las que llegaban las máquinas, y ni luz tenían.

 

Kowalski dice que necesitamos ser más inteligentes para lidiar con esta complejidad. No será gracias a cerebros más grandes ni rápidos. Él sugiere utilizar una combinación adictiva: la nube y la masa. “Nosotros tenemos acceso a este poder cerebral”.

 

@takaink

 

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