En una entrevista que le hice recientemente y que publicó este pasado lunes DIARIO 24 HORAS, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, salió al paso de los comentarios y críticas para dejar en claro su postura.
Me dijo: “No estamos siendo gratuitamente complacientes con la inflación, ni estamos contentos con esta inflación, ni hay factores políticos que nos están impulsando a actuar o a no actuar. Hay un análisis detallado de las circunstancias lo que nos ha hecho actuar como lo hemos hecho. No hay confusión sobre nuestro mandato, ni tampoco que nuestro principal activo es la credibilidad”.
Estos comentarios del Gobernador, aunque inusuales, no son excesivos. Hay una crítica soterrada a la Junta de Gobierno, y en especial a la postura que él encabeza en la Junta, en relación a una pretendida actitud complaciente con el incremento de los precios, con una postura de cierta sumisión frente al gobierno federal y de una preocupante -dicen sus críticos- “simpatía” con los banqueros del país.
Sus críticos fuera del Banco han insistido en que todo ello erosiona la credibilidad ganada por el Banco de México a lo largo de los últimos años y genera dudas sobre la autonomía factual que ejercerá la Junta del banco central, que él encabeza, frente al gobierno priista de Enrique Peña Nieto a partir del 1 de diciembre. A Carstens se le ha identificado con influyentes economistas del PRI, como el ex secretario de Hacienda Francisco Gil Díaz.
Conociendo estas críticas, la respuesta directa de Carstens no se dejó esperar. Y no es para menos. La inflación general anual, de 4.77%, es la más alta desde marzo de 2009 y el índice de precios de la canasta básica se incrementó 6.22% anual en septiembre por las persistentes alzas en los precios de los productos agropecuarios que, por su peso relativo en el gasto de las familias de ingresos bajos y medios, tienen una fuerte resonancia política y mediática, lo que genera presiones al banco central.
Pero las presiones no sólo son externas. Al interior de la propia Junta de Gobierno las naturales diferencias se acentúan como lo sugieren las minutas sobre las decisiones de política monetaria que publica el Banco de México. En la más reciente minuta (ya editada) se lee: “Todos los miembros de la Junta concordaron en que la inflación genera un costo para la sociedad. En este contexto, algunos miembros agregaron que si el banco central se muestra complaciente con la inflación, se puede perder credibilidad y con ello aumentarían los costos de implementación de la política monetaria. Sin embargo, otros miembros apuntaron que es importante hacer un uso prudente de los instrumentos de política monetaria ya que ésta podría no ser el mejor medio para enfrentar ciertos choques… Algunos miembros precisaron que han aumentado las razones para una posible alza en la tasa objetivo…”.
En la entrevista, Carstens defendió su postura de que el incremento de los precios es transitorio y no generalizado y, por lo tanto, la aplicación de las medidas de política monetaria a la mano del banco central sería ineficaz. Con todo, reconoció que la situación es preocupante.
Pero quiso dejar en claro una cuestión adicional: “No hay factores políticos que nos están impulsando a actuar o a no actuar”. Allí queda el dicho y así lo asumimos.
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