Hay sensores en todas partes, millones de ellos. Unos sirven para generar información, otros para recibirla. Es información estructurada y desestructurada, que puede funcionar para responder cualquier pregunta que una persona quiera hacer.
Por ejemplo, hace unos años algunos habitantes de Estados Unidos y Gran Bretaña se escandalizaron cuando un joven reveló que los iPhones estaban grabando los movimientos de sus dueños, sin que ellos lo supieran. A partir de eso se crearon patrones de comportamiento de usuarios, gigantescas bases de datos listas para traducirse.
Las largas listas de números, que parecen inofensivas, pueden decir todo de sus dueños.
Algunos investigadores descubrieron que con los rastreos era posible saber quiénes eran los usuarios que más gastaban dinero en el servicio de telefonía.
En ese caso, podían desplegar más calidad y poder a las redes en las zonas en donde se movían. Una solución de negocios: atender mejor a los mejores clientes.
Los que pagaban menos y usaban menos su teléfono, se podían quejar del mal servicio. Al final, no importaba tanto, ellos ya sabían quiénes eran los clientes prioritarios.
Cientos de preguntas se pueden responder con los patrones de uso y movimiento de los usuarios de smartphones. Son datos que cuestan millones, a pesar de que algunos usuarios con baja autoestima regalen su información en las redes sociales con otras cosas en mente.
MEMPHIS, TENNESSEE
La semana pasada en el Centro de la Ciudad de México, escuchaba a Salvador Martínez, presidente y gerente general de IBM, recordar el caso de éxito que consolidaron en Memphis, Estados Unidos.
En esa ciudad el crimen había escalado y necesitaban una solución acelerada y barata, pues no contaban con tantos policías como se necesitaban ni con los recursos para contratarlos.
Optaron por experimentar con tecnología avanzada de IBM. Usaron todos los datos que se generan en el departamento de policía y se juntaron con los mejores científicos sociales de la universidad local.
Implementaron un sistema que permite saber dónde hay más delitos y enfocar los medios escasos en los puntos en los que los patrones de robo y otros asuntos dañinos se repetían más.
“Les hemos diseñado un sistema de prevención de criminalidad (…) que ayuda a predecir dónde se pueden producir los siguientes hechos”, recordó el directivo.
La delincuencia bajó 60%.
Es decir, la lectura de datos y el poder de cómputo mejoró la calidad de vida.
DESESTRUCTURADOS
Me lo dijo hace mucho un experto en seguridad de Israel: en México desafortunadamente están comprando cámaras para vigilar, pero no tienen las soluciones tecnológicas para administrar esa información.
Colgar cámaras no es la solución, debe haber un estudio detrás de eso para hallar respuestas a las preguntas que quieren responderse.
¿Saben las autoridades mexicanas qué quieren responder?, me preguntó.
Recuerdo esto porque este fin de semana leía las noticias acerca de que no hay grabaciones que aclaren el misterio de lo que supuestamente pasó en la Zona Rosa, en la calle Lancaster, el domingo de la semana pasada.
Se escuchan denuncias de familiares de personas desaparecidas, cuatro mujeres, un menor de edad y siete hombres.
Supuestamente estaban en un bar –uno de los tantos afters que se ocultan de la mirada de las autoridades—y de ahí se los llevaron.
Pero, de acuerdo con versiones periodísticas, las autoridades revisaron las ocho mil cámaras desplegadas por la ciudad y no han hallado pistas.