Desde una postura que privilegia al automóvil por sobre todas las cosas, el Nuevo Reglamento de Tránsito resulta totalmente incomprensible y absurdo.

 

Pero habría que verlo desde otra perspectiva para comprender la importancia, por ejemplo, de la reducción de velocidad.

 

Las escuelas

 

El claxon no para de sonar para exigir que se retiren las filas de quienes dejan a sus hijos en la puerta de la escuela. Hay automovilistas que rebasan a otros frente al plantel.

 

Y los niños que llegan a pie, con una enorme mochila a en su espalda y sus dos manos sosteniendo una maqueta, tratan de cruzar la calle, en espera de que un auto se detenga.

 

Pero no sucede. La puerta de la escuela está a punto de cerrar y hay vehículos que hasta se saltan los topes para ganar el paso. Las señales son ignoradas. Un niño se desespera y ve un espacio entre un auto y otro. Se atraviesa...

 

Se oye un rechinido de llantas y luego un grito: “¡Hay que tener más cuidadao!”, lanza el automovilista, que no respetó los límites de velocidad que era de 30 kilómetros por hora.

 

Hoy el límite en esas zonas es de 20 kilómetros por hora y la multa de 10 a 20 veces la Unidad de Cuenta del DF (69.91 pesos), o sea una sanción hasta de mil 398 pesos. Eso cuesta arriesgar la vida de un niño.

 

El choque

 

En Eje Central y Eje 5 la luz roja está a punto de cambiar. El conductor de un Clío azul mete y saca el pie del acelerador. El motor suena. El joven al volante está atento al semáforo, pero no al que está enfrente de él, sobre el Eje Central, sino el que está sobre el Eje 5.

 

El semáforo que se encuentra en Eje 5 cambia a ámbar. Y apenas y pasa a rojo cuando el automóvil sale disparado. En eje 5, un vehículo se encuentra con la luz roja y no tiene tiempo de frenar, viene a alta velocidad... el choque es inevitable.

 

El Clío golpea en la puerta al Coutlas que venía sobre Eje 5.

 

Sólo hay que revisar cómo los bolardos de concreto frente al banco ubicado en ese crucero volaron. Se destrozaron. El lector podrá imaginar qué pasó con los conductores y tal vez hasta el grito de dolor de los pasajeros.

 

Como explicaba Roberto Remes en su columna. Nadie se sacó de la manga el límite de 50 kilómetros por hora. Por salvar una vida vale la pena salir 15 ó 20 minutos más temprano a nuestro destino. Y una multa de mil 398 pesos, es barata.

 

En su columna “Bajaaan”, se recuerda que el 11 de agosto de 2014 se publicó la Carta Mexicana de los Derechos del Peatón que plantea que la velocidad máxima para zonas urbanas sea 50 kilómetros. La razón es muy sencilla, a esa velocidad la posibilidad e sobrevivir en un accidente es mayor.

 

Y de eso se trata la Visión Cero, en la que se basa el Reglamento de Tránsito. De no escatimar en la prevención de accidentes que puedan costar vida.

 

No es fácil acostumbrarse, pero vale la pena hacer la prueba si existe la posibilidad de evitar muertes.

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