En esta avenida los árboles fueron convertidos en postes.
Un espejo está atornillado en una rama, la conexión para la energía eléctrica en el pie de un tronco, una lámpara está clavada en otra rama, apuntando a la puerta de un bar...
Es Insurgentes Sur, una de las principales avenidas de la Ciudad de México, una ciudad, por cierto, en el que la conciencia ambientalista se presume. Se grita.
Por todos lados surgen muros verdes y azoteas verdes. Se habla de la importancia de los árboles y la vegetación, pero nadie dice nada ante esa escena: la degradación de un árbol a poste de luz. La utilización de un ser vivo como un objeto para detener cosas.
Si uno camina de Insurgentes hacia Cuauhtémoc, sobre Concepción Beistegui, se encontrará un estacionamiento en el que se han sujetado barras metálicas de las ramas para improvisar un techo.
Insurgentes se convirtió en un corredor de árboles devaluados, de seres vivos perforados con taladro, clavos y martillo para colocarles espejos u otros objetos y ahorrarnos la colocación de un poste metálico o de madera.
¿En qué quedamos? Somos una ciudad que respeta a los árboles o los convierte, con el menor pretexto hasta en depósitos de basura, colocando entre sus ramas envases de PET, Tetra Pak, bolsas de plástico de las frituras que vamos comiendo por la calle.
De acuerdo con entomólogos forestales, al perforar un árbol lo hacemos vulnerable a las plagas. La corteza es su protección. Es como la piel humana que cuando se lacera puede abrir paso a una infección.
Y si después de recorrer Insurgentes uno camina por Nuevo León hacia La Condesa, en donde el amor a la naturaleza es uno de sus motivos de orgullo, se encontrará con que hay establecimientos que repiten la escena.
Sorprendido por este trato al árbol me fui a buscar algún investigador que me explicara qué significa este maltrato en una ciudad en donde las bicicletas proliferan (además de para hacer ejercicio, también para cuidar el medio ambiente), y no encontré respuesta. Una académica me dijo que había otros problemas más importantes.
Sólo para la foto
Pero los discursos siguen... Es más, seguramente se tocará el tema de la vegetación en el viaje del Jefe de Gobierno del DF en la reunión de Nuestras Ciudades, Nuestro Clima en EU; y los funcionarios seguirán tomándose la foto plantando arbolitos en el Ajusco, llegando en bici a sus oficinas, promoviendo muros y azoteas verdes.
Después de la charla con la investigadora que mencioné hace unas líneas, toqué varias puertas en busca de una persona que considerara que el degradar a los árboles era parte de una cultura que termina dañando al medio ambiente, a pesar del discurso... y así pasaron varios meses, y un par de años.
Pero un día conocí a Daniel Gershenson, un vecino de Polanco quien me decía que no podía entender que fueran a talar una palmera, así que le buscó un lugar y cubrió el costo del traslado por personal especializado. Después fue jacaranda que iba a ser talada...
Entonces entendí que sí hay gente en esta ciudad que de verdad ama a los árboles y no se queda en la pose de los políticos que con zapatos impecables toman un pequeño árbol, hacen como que lo están plantando y sonríen a la cámara... después se olvidan.