Saturados por el tráfico, la contaminación y el concreto, pocas veces nos detenemos a pensar que la Ciudad de México tiene sus encantos naturales, entre éstos varias especies endémicas, tanto vegetales como animales.
Ahora que la Ciudad de México será el estado 32, es tiempo de replantear la política ambiental, que ha dejado en el olvido las zonas verdes. Asumámoslo como un patrimonio que en muchos casos nos distinguirá no sólo en el país, sino también en el mundo.
Y aunque no lo crean contamos con especies únicas.
Un ejemplo es la cactácea conocida como Corona de Cristo, cuyo nombre científico lleva implícito el lugar de donde es endémica: la mammillaria san angelensis.
Sí, se trata de una cactácea de San Ángel, coronada con pequeñas flores rojas, la cual se pudo encontrar en la zona de los pedregales durante muchos años. Pero ya en los años 60, comenzaba a desaparecer. Algunos especialistas ya la daban por extinta, pero gracias al esfuerzo de investigadores de la UNAM aún existe en el planeta.
El último lugar en el que la cactácea se pudo reproducir de forma natural, fue la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, que se encuentra bajo resguardo de la UNAM y que por muchos años no estuvo cercada ni con la vigilancia suficiente.
No obstante, esa situación cambió y durante el rectorado de Juan Ramón de la Fuente, la reserva se amplió, se cercó y su vigilancia se incrementó.
En los 80 ya era muy difícil localizarla, estaba al borte de la extinción. No obstante, un grupo de científicos universitarios tuvo acceso a ésta y comenzó un programa de reproducción en el laboratorio de cultivo de tejidos. Gracias a ese trabajo, aquella planta todavía se encuentra en este mundo.
Después de 20 años reproduciéndola en laboratorio, en el 2000 la finalmente dio semilla.
Este es un caso de una especie que se salva de la gente que quiere llevar a su casa, sin control, la belleza natural, y de una catástrofe provocada por la ambición de las empresas inmobiliarias y políticos que construyen en zonas verdes.
Las montañas
No olvidemos que parte de los bosques que rodean la zona urbana de la Ciudad de México, también pertenecen a este territorio que en unos días, en cuanto se publique el decreto en La Gaceta Oficial, será el estado 32.
Hablando de especies animales hay algunos ejemplos.
En la Sierra del Ajusco, que se conecta con la Sierra Chichinautzin, todavía se puede encontrar a cierta altura, entre los pastizales, al teporingo, un pequeño conejo que no existe en ninguna otra parte del mundo; o la cascabel del Ajusco, cuyo nombre científico es la crotalus transversus. Estas dos especies se encuentran en peligro de extinción, principalmente por la urbanización.
Es por eso que hay que cuidar nuestros bosques y la Reserva Ecológica del Pedregal, pues de no hacerlo, estaríamos perdiendo parte importante de nuestro patrimonio ambiental.
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