¿Se acuerda de aquellos oscuros días de abril y mayo de 2009, cuando la economía mundial estaba inmersa en una recesión global y, por si fuera poco, México enfrentaba la crisis de la influenza AH1N1?

 

La inflación subía y la economía bajaba. Al mismo tiempo enfrentábamos una amenaza que no teníamos del todo clara, porque no sabíamos cuál era el comportamiento del virus, no teníamos una vacuna. Era una enfermedad que veíamos fuera de nuestro control.

 

Hoy no hay virus; hoy tenemos a Donald Trump. La economía no cae, pero sí se desacelera y ciertamente estamos en medio de presiones inflacionarias. También, como en aquel 2009, tenemos una enorme presión en el tipo de cambio y en las tasas de interés.

 

Hago referencia a ese momento específico de hace casi ocho años porque hoy vemos la coincidencia de que la confianza de los analistas que consulta el Banco de México, de manera mensual, está tan baja como en aquel momento tan complejo.

 

A la treintena de expertos les preguntan cuál es su percepción del entorno económico, y lo que priva es el pesimismo.
Por ejemplo: respecto al clima de negocios para los próximos seis meses, 81% considera que empeorará, 19% estima que se mantendrá igual y no hay uno solo que se atreva a pronosticar una mejora.

 

Ante la pregunta sobre si la economía mexicana está mejor ahora que hace un año, 90% está seguro que no contra 10%, que algo ve que la considera en mejor forma ahora.

 

Y sobre la coyuntura actual para hacer inversiones, 66% dice que es mal momento, 31% se confiesa incapaz de determinarlo y sólo 3% lo ve como un momento adecuado para invertir.

 

Entre los principales factores que afectan el desempeño del crecimiento económico de México, los analistas de la encuesta del Banco Central consideran que la mayoría de estos lastres son externos.

 

No me va a decir usted que la seguridad interna del país ha mejorado de forma tan notable como para que estos expertos lleven los problemas de la inseguridad del lugar tres al 10 en tres meses.

 

El tema es que el impacto del fenómeno Donald Trump ha sido tan contundente en las percepciones y en las mediciones que hoy la inestabilidad política mundial, que es la manera eufemística que encuentra el Banco de México en su encuesta de designar a la administración de Trump, ocupa el primer lugar de las angustias de los expertos en economía.

 

La inestabilidad del mercado externo y la debilidad de la economía global pesan también enormemente, así como los precios del petróleo, la debilidad cambiaria, la inestabilidad financiera internacional, la falta de recursos del exterior. En fin, factores que no son controlables desde el país.

 

Claro que siguen presentes los dolores autoinflingidos a nuestra economía, como la debilidad del mercado interno o la adelgazada plataforma exportadora de petróleo. En fin.

 

Estamos, pues, en un nivel de desconfianza de los expertos similar a cuando la economía se tambaleaba y nos amenazaba un virus. Al final, los tiempos se parecen.