Me encuentro en Seúl, en un viaje académico, para ver las innovaciones en materia urbana que ha realizado esta ciudad en los últimos años: un sistema de transporte completamente computarizado del que uno puede saber la ubicación precisa de cualquier autobús mediante el celular, pagar la entrada al metro con el teléfono o caminar por el Río Cheonggyecheon, un antiguo viaducto que fue desmontado.

 

La Ciudad de México peatonalizó la calle de Madero, una de las principales del centro de la ciudad, y ha sido uno de los mayores éxitos de política urbana en el país en los últimos años. Ahora varios municipios hablan de peatonalizar calles. El comercio ha florecido y se desborda a una calle paralela que está en proceso de peatonalización parcial, 16 de septiembre. En ciertos horarios es casi imposible caminar por Madero, lo que nos dice que la gente está ávida de espacios para el disfrute de la ciudad.

 

En el caso de Cheonggyecheon, se tenía avenida en planta baja, de extremo a extremo, de unos 12 carriles. Además pasaba un segundo piso con otros 4 carriles. Entre 2004 y 2005, el viaducto elevado fue destruido y reconvertido en un canal que restaura el río que alguna vez corrió allí. Dos años después, Lee Myung-bak, el alcalde de Seúl que impulsó esta acción, ganó las elecciones presidenciales de Corea del Sur. Sus transformaciones (el río, el sistema de autobuses, entre otras) lo catapultaron. Avísenle a Miguel Ángel Mancera.

 

Estuve en Cheonggyecheon el 1º de noviembre. Me emocionó llegar al sitio. Lo caminé tres veces ese día (parcialmente, ya que mide 8 kilómetros de largo, la misma distancia que hay en Viaducto Miguel Alemán de Boulevard Aeropuerto a Insurgentes). La primera vez, por una zona de mucha actividad comercial popular, la segunda en el tramo de rascacielos recién construidos. La tercera por la noche, durante la apertura del Festival de la Linterna 2013.

 

La visita a Cheonggyecheon que más me impactó fue la nocturna: el Festival de la Linterna es un festival temático que cada año está dedicado a algo distinto. Figuras iluminadas en el río hablan de Hanseong Baekje y el sueño de mil años. Miles de familias se volcaron al río restaurado para ver el festival de la Linterna que terminará el 17 de noviembre. No se podía caminar por tanta gente disfrutando del espacio público.

 

La Ciudad de México tiene Madero. Una buena restauración. La gente se ha volcado a ese espacio, lo disfruta y lo cuida. Sin embargo, al ver lo logrado en Cheonggyecheon queda claro que finalmente Madero es un espacio limitado, rodeado de edificios patrimoniales en el que se fomenta el comercio mas no la construcción. Sin embargo, la Ciudad de México tiene un Viaducto que antes fue el Río de la Piedad y para el cual existen proyectos sustentables que plantean articularlo con el sistema hidráulico de la ciudad para a la vez evitar inundaciones. También existen proyectos para ponerle un segundo piso.

 

Hace unas horas, por la madrugada, caminaba frente a la estación de trenes. Estaban pavimentando. Todo ocurría al mismo tiempo. Unas máquinas “fresaban” (quitar el pavimento viejo), otras colocaban el material, otras lo aplanaban. Esta mañana volví a pasar por el lugar y la vialidad estaba impecable y bien pintada con pintura de alta duración. Allí es donde caí en cuenta del tamaño de la corrupción en que estamos inmersos en México. La Secretaría de Obras de la Ciudad de México, desde 2007, ha sido promotora de autopistas urbanas, siendo que la planeación de la vialidad corresponde a la Secretaría de Transportes y Vialidad. Los mismos que no saben pavimentar y pintar en una sola noche, que nos dejan las vialidades como campo minado, sin acabar, son los promueven la muerte de la ciudad donde cabría el resurgimiento.

 

Veo en Cheonggyecheon lo que debería pasar en todos los ríos entubados de México, comenzando por el Viaducto Piedad. Sin embargo, los que no saben pavimentar, encabezados por Alfredo Hernández, el secretario de obras del DF, quieren construir autopistas urbanas que luego serán copiadas en otras ciudades de nuestro país.

 

Al final de cuentas, somos esclavos de la corrupción y la mediocridad. Restaurar el Río de la Piedad podría detonar miles de millones de pesos de derrama económica en el sector inmobiliario y comercial, para beneficio de todos. Sin embargo, tratar con un sólo “cliente” es más fácil. Larga vida a las autopistas urbanas.

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