¿En qué se parecen el ex presidente Nicolas Sarkozy, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner y el candidato que busca la reelección en la presidencia del Partido de Acción Nacional (PAN), Gustavo Madero?

 

La globalización ha trastocado las bases empíricas de política comparada. Veamos el escenario en el que Sarkozy se acerca a Hollande y le coloca su mano derecha amiga sobre el hombro del presidente: “François, te propongo que el próximo 2 de mayo salgamos juntos a dar una conferencia de prensa para hacer explícito mi deseo de apoyarte en todas las decisiones que estás tomando, en particular, el recorte de 65 mil millones de euros de aquí al 2017”. Hollande, sorprendido, no esconde la alegría y se precipita al confesarle a Sarkozy la elección del lugar de la ceremonia: el museo d’Orsay.

 

Unos segundos después el presidente le pregunta a Sarkozy el origen de su inédito apoyo. Con sonrisa asimétrica, el ex presidente le enumera el decálogo situando en primer lugar la situación excepcional que vive Francia y como segundo lugar le enfatiza que las ideologías han muerto. “Lo dije hace años, el 68 sólo vive en el cementerio que es nuestra memoria”.

 

Encuentro similar el que tendría Obama con John Boehner. El republicano le ofrece al presidente aprobar la ley de inmigración tal cual la envíe a la Cámara de Representantes. “A partir de hoy apoyaré a los demócratas, inclusive, importándome poco perder las próximas elecciones presidenciales”. Obama, como Hollande, baja su cabeza frente a su enemigo político en una clara imagen de agradecimiento.

 

Gustavo Madero alteró el ecosistema del PAN cuando el Pacto por México tomó forma de sala de exhibición museística donde la ciudadanía recorría los pasillos sin poder tocar las obras. La negociación entre partidos, siempre plausible, se enrareció conforme pasaban los meses. El PRD dio un paso atrás en la reforma energética pero el PAN subió una cortina de humo (la metamorfosis burocrática del IFE) para impedir la discusión de fondo: ¿hasta dónde se puede estirar la liga sin llegar a perder la identidad del partido?

 

Durante el debate que Maduro sostuvo la noche del martes con Ernesto Cordero, su rostro expresó enfado por la dificultad que le representaba tomar distancia de su enquistada figura en el gobierno federal. Sus manotazos me recordaron a los movimientos pugilísticos que el ultra derechista Jean Marie Le Pen tenía la costumbre de exhibir frente a periodistas incómodos.

 

Reitero que es difícil desmontar el posicionamiento de un político que no se ha cansado de presumir el trasvase ideológico de su partido a cambio de lo que él únicamente conoce. Si a lo anterior se suma la estrategia discrecional de los moches articulada por la gente de Madero, entonces la ecuación se complica.

 

Cordero aprovechó el debate para reforzar la idea de que el PAN es un partido surrealista porque, con Madero, derrochó el contenido ideológico para unirse al proyecto que del hombre que puso en su hombro la mano de agradecimiento: el presidente Peña Nieto.

 

Como muestra de su desesperación, Maduro intentó practicar un médium para pedirle a Francisco I. Madero su auxilio. El ex presidente del PAN tampoco pudo contener su enfado con  los jóvenes políticos al presumir que él si vivió etapas históricas del PAN. En efecto, Cordero estaba a punto de ingresar al ITAM cuando Luis H. Álvarez decidió experimentar una huelga de hambre que se prolongó a los 40 días por motivos de fraude electoral.

 

En fin, Sarkozy, Boehner y Madero sólo tienen un rasgo similar: son políticos. Sus desviaciones ideológicas se cruzan sólo gracias a la imaginación.

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