Comentaba la semana pasada sobre la transformación que realizó la Ciudad de Seúl a uno de sus viaductos elevados para recuperar un arroyo y generar un espacio para el disfrute de la gente. La visita a Cheonggyecheon me dejó profunda y positivamente sorprendido, pero lo más impactante fue que, día tras día, a lo largo de siete, Corea del Sur no dejó de asombrarme.
De extremo a extremo, la Zona Metropolitana de Seúl es, como la Ciudad de México, una mancha interminable. El metro llega a todos lados. Miles de buses pasan con excelentes frecuencias por todos los rincones de la ciudad. Grandes avenidas dejan fluir millones de automóviles. La gente cruza las avenidas a través de pasajes y centros comerciales subterráneos.
El desarrollo de Corea del Sur está altamente relacionado con un nacionalismo industrial que perdió México al menos desde hace tres décadas. Automóviles de marcas como Daewoo, Kia, Samsung, Hyundai, SsangYong, generalmente grandes, dejan claro que en Seúl el auto está por encima de todos los demás modos de transporte. Lo curioso es que salvo los autos lujosos alemanes, los coreanos no adquieren vehículos importados. Los trenes del metro son Hyundai Rotem, hechos en Corea con tecnología propia. Ocurre lo mismo con los teléfonos: todos los jóvenes se suben al metro con un Samsung en la mano, los iPhones y otras marcas coreanas como LG, son la excepción.
Los coreanos visten a la moda, les gusta estar bien arreglados. Basta con mirar hacia el suelo en los impecables trenes del metro para notar que todos traen zapatos nuevos. Pero al mismo tiempo los coreanos lucen tan mexicanos que uno llega a sentirse en una edición mexicana de la película Blade Runner: autos en la banqueta, en las rayas peatonales, ambulantes en las entradas del metro y en las banquetas más concurridas, motocicletas circulando en los espacios peatonales, tianguis, telarañas gigantescas de cables en las calles interiores, comida picante y en buena actitud de la gente.
¿Por qué Corea se está convirtiendo en una potencia comercial siendo que antes era un país pobre? ¿Qué hemos hecho o dejado de hacer en México para que a lo largo del último siglo nos hayan superado en ingreso per capita países como Australia, España o Corea del Sur y el nuestro siga sin poder crecer de manera constante desde la década de los sesenta?
En México podríamos tener el impulso por replicar cualquiera de los proyectos individualmente: un tren urbano robotizado, un centro comercial subterráneo, rascacielos, calles peatonales e incluso desmontar el Viaducto y recuperar el Río de la Piedad. El problema es lograr que muchos grandes proyectos ocurran simultáneamente. Seúl no deja de reinventarse a cada centímetro. México se ha vuelto especialista en garbanzos de a libra. Hacemos una cosa bien y nos deslumbramos.
¿Dónde estamos fallando? Son dos aspectos fundamentales. El primero es que la apertura comercial se concretó sin ninguna estrategia de país ni bases nacionalistas. Lo segundo es que, si bien en los años ochenta se quiso concretar un sistema nacional de planeación, este no sólo no existe, sino que nos hemos acostumbrado a reinventar las políticas públicas cada sexenio.
Las industrias nacionales se desmantelaron bajo el argumento de la competitividad. No hubo una estrategia de fortalecimiento antes de la apertura. Las marcas nacionales estaban consentidas, pero el error estuvo en no haber generado una política de estado que asegurara la sobrevivencia de las marcas nacionales antes de que éstas se enfrentaran a las marcas internacionales. El resultado es desastroso: si seguimos cada peso que gastamos pronto damos con una importación, un pago por licencias tecnológicas extranjeras y utilidad a las matrices de empresas o bancos internacionales.
La salida a este embrollo está claramente en construir un sistema planeación que sí ayude al desarrollo, no uno como el actual que haga cuentas alegres de cada obra o acción gubernamentales. Y por otro lado, necesitamos que cada peso invertido, público o privado, tenga una carga nacionalista. No se trata de comprar caro y malo pero nacional, se trata de generar cadenas productivas nacionales a través de dar certidumbre a los proveedores nacionales. Es complicado.
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