Bajo la idea ludicéntrica, todos somos niños.

Híper Navidad convierte al planeta en auténtico terreno global; el gasto privado se correlaciona con la emoción, pero sobre todo, con la economía. Las emociones transmodernas son tan plásticas como artificiales; tan mecánicas como performadoras. El arte contemporáneo abreva de la ingeniería del marketing pero, sobre todo, de las emociones navideñas (benchmarking). Los ciclos de vida de la Navidad cada vez son más longevos. Si el comercio se anima con la Navidad, el espíritu industrial del ser humano exige el olor navideño desde octubre o noviembre. La estrategia consiste en dotar al preámbulo navideño de elementos, inclusive, más seductores que la propia Navidad para detonar las ventas. El Gran Fin se inspira en el Black Friday, el día en que no existen las clases sociales, o si se prefiere, el día en que las tiendas departamentales premium abren sus puertas a la clase aspiracionista con escasos recursos: storytelling metafísico.

 

Por otra parte, no debemos de olvidar que la gran aportación del fordismo es la mimetización del pensamiento (industrial). Tampoco olvidemos que la vida d.M (después de Marx) la lucha de clases ocurre en la mente de los consumidores (según las leyes inmutables del marketing, una especie de transconstitución.

 

Ya en el siglo en curso, una de las aportaciones de la navidad transmoderna es la ampliación del departamento de juguetería a segmentos de edades avanzadas. Mattel sufre año con año con la llegada de nuevos competidores: Apple y Samsung pelean entre ellos por obtener una mayor participación de mercado pero las externalidades negativas se sienten en la industria que tradicionalmente se le conoció como del juguete. Terremotos con epicentros lejanos al mundo de los juguetes, impactan en el consumo de los mismos, o si se prefiere, bienvenidos al mundo polisémico del juguete: distracción voluntaria o ludicentrismo social.

 

Si bien es cierto que la elasticidad precio de la Navidad es inelástica, al calor de las crisis, la propensión del gasto disminuye. El español, por ejemplo, durante diciembre de 2008, gastó 900 euros (promedio); es decir, 15 mil pesos. Ahora destinará 671 euros (11,400 pesos). Así lo dio a conocer la consultora Deloitte hace algunas semanas. Si bien es cierto que el 60% de las compras ocurren en el interior del rango que va del 1 al 24 de diciembre, desde noviembre, las tiendas departamentales salen de cacería por clientes. Amazon se encarga de cubrir, como si de un seguro médico se tratara, la depresión post Navidad. En España, el pasado 26 de diciembre rompió récord de ventas en todo el año: 43,163 pedidos en veinticuatro horas (La Vanguardia, 1 de diciembre 2013). Ese día, entre las nueve y diez de la noche, se registraron 4,300 pedidos. Es decir, a la depresión del día después se le puede sacudir a través de las compras electrónicas. Los ingenieros del marketing coinciden en que, a partir de septiembre se puede azuzar a la población a que piense en la Navidad. De rápido posicionamiento (mental), los efectos son casi inmediatos.

En Ucrania el gasto navideño durante el presente mes se incrementará en un 19%  respecto a la Navidad del año pasado; los rusos también gastarán más (16%); Alemania 9%, Portugal 5.1%, Suiza 5%, Polonia 3.6% y Bélgica 3.5%. Para corroborar la correlación entre gasto e ingreso, los griegos reducirán en 10% su gasto navideño. Holanda e Irlanda, también lo harán pero en menor medida (1% y 3%, respectivamente). La fragmentación del mapa europeo es muy elocuente: los países del Este, en promedio, incrementarán su nivel de gasto navideño en más del 20%, seguidos por los nórdicos (16%·20%) y, finalmente, los sureños (6%·10%).

 

En esencia, se puede inferir que el marketing se convierte en el rey del imperio; las promociones son más seductoras ya que llenan los vacíos existencialistas de la sociedad. La tristeza es un anti valor de la Coca Cola, la chispa de la vida. La Navidad no es un lugar para tristes. Cómo estar tristes cuando tiendas departamentales como Saks Fifth Avenue ofrecen descuentos del 70% en marcas lejanas a la población promedio.

 

No hay de otra, o jugamos o quedamos expulsados de la idea ludicéntrica de la vida.

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