El Gobierno de la Ciudad de México los ve como compañeros de lucha, como los grupos que durante décadas han marchado hombro con hombro en sus manifestaciones callejeras que tanto acostumbraban antes de llegar al poder.

No los ve como grupos violentos, provocadores, capaces de quitarle atención a las causas más justas de aquellos ciudadanos que optan por la manifestación pública para hacerse notar. Lo mismo infiltran la manifestación de los padres de los jóvenes desaparecidos en Iguala, que una protesta feminista, o bien la marcha de mañana para conmemorar el 51 aniversario de la matanza de Tlatelolco.

Peor que eso, el gobierno de Claudia Sheinbaum voltea a otro lado cuando estos manifestantes bloquean calles de manera impune, afectando a millones de ciudadanos. No los quiere ver cuando destruyen el mobiliario urbano, la propiedad privada, cuando agreden a ciudadanos que simplemente tienen la mala fortuna de cruzarse en su camino.

Pero algo mucho peor que eso es que aquellos que pidieron el voto para convertirse en gobernantes de la ciudad, en autoridades, no se asumen como tal. Antes que acatar el juramento que hicieron de cumplir y hacer cumplir la ley, aplican su filtro ideológico de la lucha de clases.

Porque si se trata de frenar las obras en construcción en la Ciudad por sospechas de corrupción, ahí si no hay argumento que valga. Todo el peso de la ley a la burguesía corrupta, aunque se estanque la economía de la ciudad.

Si hay que prohibir que circulen autos con placas de otras entidades, porque eso hacen los fifís, ¡hágase! Aunque lluevan amparos a partir del próximo año, por lo arbitrario de la medida.

Y como con el reglamento de tránsito sí son muy estrictos, rebautizan las multas fotográficas con un poco de humor populista y las llaman “fotocívicas”. Y el automovilista reincidente se irá a limpiar las calles, donde estará una cámara de televisión lista para grabarlo y usar la imagen como propaganda.

Hay infractores tolerados, como el ambulante que no se quita de un lugar prohibido o el microbusero que maneja una unidad irregular. Hay un cuidado especial para el votante potencial.

Pero hay delincuentes que infringen las leyes en la cara de la autoridad. Anarquistas o conservadores, como quiere exculparlos el presidente López Obrador, son delincuentes infraganti que destruyen la propiedad de la ciudad, que vulneran el patrimonio de los ciudadanos, que acaban con lo que está a su paso sin que sean detenidos.

El gobierno de la Ciudad de México tiene varias medidas para tratar a los habitantes de la capital. Para los ciudadanos no simpatizantes de su causa, la fotocívica y la clausura. Y para los grupos afines o electoralmente útiles, la impunidad a secas.

Algo que no alcanza a ver el gobierno capitalino es que la única forma en que los anarquistas dejaron de cometer destrozos fue cuando un grupo de comerciantes le salió al paso con palos y cadenas. Esa sustitución de la autoridad, debería ser un foco rojo para el gobierno.

Si quieren hacer proselitismo, que se vayan a su partido político. Porque hoy cobran por hacer cumplir las leyes para todos.

 

LEG

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