Hace no muchos días el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, se reunía con la plana mayor del banco español Santander para darle un mensaje de tranquilidad y de estabilidad.
Horas antes del anuncio de desechar el aeropuerto que se construye en Texcoco, el que se supone será jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, seguía con su discurso ante los empresarios de que no se preocuparan, que prevalecería el sentido común de mantener la construcción.
Mensajes falsos, arrollados por una consulta amañada y por las muestras de poder para imponer una sola voluntad.
Por eso es que la famosa “comisión de apaciguamiento” no es más que un mensaje a su clientela política para poder decir, en un futuro no muy lejano, que él lo intentó, que buscó recuperar la confianza, pero que los varones del capital, los camajanes, no quisieron escuchar.
De entrada, a la par que cae el peso frente al dólar, se derrumba la credibilidad del interlocutor Alfonso Romo. Por lo tanto, apaciguar a los empresarios que le creyeron va a ser muy complicado.
Nadie duda de los buenos oficios del empresario regiomontano, pero este caso demuestra que los moderados del equipo de transición han quedado al margen. Que fueron útiles para conseguir los votos de los más temerosos durante la campaña, pero que es hora de mostrarse tal cual.
La decisión de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México carece de un solo argumento válido. El supuesto estudio avalado por el Gobierno de Francia resultó una mentira desmentida por París.
En un video que el Presidente electo ha circulado en redes sociales dice que la verdadera razón de la cancelación es que él conoce un plan secreto para apropiarse de los terrenos del actual aeropuerto para edificar un nuevo Santa Fe. ¡Mentira!
Las 746 hectáreas que ocupa el aeropuerto Benito Juárez son terrenos federales. Por lo tanto, el que decidiría su destino es únicamente el Gobierno federal. La pregunta es muy sencilla: ¿quién será titular del Poder Ejecutivo de este país dentro de un mes y durante los próximos seis años?
No se puede con este tipo de discurso trucado y mentiroso tranquilizar a los empresarios y a los mercados.
Ahora, es un hecho que esta determinación de cancelar la construcción del aeropuerto, que tendrá que convertirse en decisión dentro de un mes, no es suficiente para causar una crisis económica. Pero hace que el inicio del sexenio sea tenso y con una excesiva precaución de los mercados.
La operación cicatriz que pretende el Gobierno electo no se puede llevar a cabo cuando tienen todavía el cuchillo en la mano.
La confianza no es un indicador como el tipo de cambio; es un valor que se construye con mucho trabajo y se pierde con facilidad. Las firmas calificadoras y los analistas del mundo no tienen ningún interés en boicotear la cuarta transformación, pero tienen la obligación de señalar los peligros que implican estos brotes de populismo que ahora se notan en México.