Hace seis meses afirmaba que “ninguna fuerza política o social en nuestro país está ocupada ni tiene como objetivo buscar coincidencias, espacios de consenso, objetivos comunes o reconciliación y estabilidad para México”, y en medio año las cosas más bien han empeorado con la anticipada recta final del Gobierno de Enrique Peña Nieto.

 

En esta suerte de suma cero, “el debate público y la confrontación política están marcados por la descalificación, el desconocimiento del otro, el maniqueísmo y la polarización. El odio y la discriminación son elementos centrales de la fórmula de un pretendido cambio que desde cualquier frente tiene como objetivo la destrucción del otro, del contrincante, del diferente”.

 

Esto es común a gobierno, partidos, medios, una gran parte de las llamadas fuerzas progresistas y de los grupos radicales de izquierdas y derechas. La consecuencia es que “la paz, la estabilidad, la justicia, la equidad no son los fines últimos que buscan quienes se manifiestan en la arena pública” con discursos marcados por “la venganza, el linchamiento y el escarnio. La premisa desde cualquier frente es derrotar y aplastar al otro”.

 

Sin tratar de buscar falsas unanimidades, el acuerdo y la reconciliación son la salida. Buscar un discurso y propuestas innovadores, reformadores y modernos para México debe ser el objetivo de los actores públicos para trascender en el futuro, lo que se avizora como la derrota de todos, la anulación y la crisis recurrente.

 

Para lograrlo hace falta pensar en construir éxito a partir de la voluntad y el compromiso con el cambio y el bienestar social.

 

Hay elementos para construir ese camino. Ahí están “las reformas estructurales, una creciente cultura de transparencia, una acelerada expansión de Internet y el número de mexicanos con acceso a la Web, una sociedad cada vez más vigilante y crítica gracias a las redes sociales, mayor competencia en los medios gracias a la irrupción digital, la aceptación de la equidad de género y el empoderamiento de las mujeres, gran preocupación sobre el ambiente y una creciente reflexión y rescate de valores universales como la honestidad, la no violencia, la no discriminación, la cooperación y el respeto”.

 

Éstas son las herramientas para enfrentar la confrontación, la corrupción, la violencia, la intolerancia, la opacidad, la carencia de autocrítica, la complicidad, el tráfico de influencias, la falta de participación ciudadana y el abuso de poder.

 

Por eso es urgente abrir espacios para la cordura y el acuerdo, la reflexión y la propuesta con el fin de poner las cosas en su justa medida. Para eso es importante que en los medios haya una nueva consigna: ni activismo ni servilismo; simplemente periodismo. De eso se tratará esta vuelta al centro.

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