La noche del pasado 6 de noviembre Obama ganó las elecciones presidenciales al candidato republicano Mitt Romney gracias a los fenómenos de la física-política. Las ideologías pesan, aún más en un sistema bipartidista donde los complementos convierten a la contienda en una batalla binomial; es decir, el voto demócrata sumó el de sus simpatizantes y los correspondientes votos anti Romney, y viceversa.

 

Por algunas avenidas de Washington, aquella noche, un grupo de jóvenes marchó asimétricamente de manera jubilosa. Todos iban a la Casa Blanca aun sabiendo que Barack Obama se encontraba en Chicago. Entre el conglomerado juvenil dominaban adolescentes latinos, negros y gays. La triada anti Romney.

 

Cinco meses después, la reforma migratoria toma color. No será la enchilada apetitosa que se imaginó Vicente Fox; su sabor, más bien, será Tex-Mex.

 

Según el reporte del American Action Forum, un think tank conservador, la apertura legal del país hacia los latinos generará las suficientes externalidades positivas para pensar en un bloqueo republicano. A mediano plazo, el reacomodo legal de 11 millones de personas se traducirá, súbitamente, en la ampliación del padrón de contribuyentes y, al mismo tiempo, en un dique con el que el déficit federal se contendrá.

 

El componente demográfico latino renovará el ciclo generacional anquilosado debido al imperio natural de una pirámide demográfica cansina. Alex Noweasteh, especialista de migración del Instituto Cato, organismo de corte libertario, asegura que Estados Unidos se ve obligado a recompensar las tasas de natalidad para afrontar en el mediano plazo una mejor posición que China, Japón y la propia Unión Europea.

 

Ayer, el presidente Obama mostró la cifra de 3.77 billones de dólares como presupuesto del año fiscal 2014 que iniciará el primer día de octu- bre; de la enorme cantidad de enmiendas negociadas con los republica- nos, sobresale la tasa Buffet (más de 30% de impuestos a la demografía con mayores ingresos) y los recortes a los beneficios de salud para los pensionados y en los montos destinados para la defensa (militar), todo, claro, para reducir el enorme déficit público. A mediano plazo, la reducción de dicho déficit podrá ocurrir, en parte, gracias a la reforma migratoria.

 

El impulso a los esquemas menos rígidos para la migración y la regularización de los trabajadores ya existentes podría aumentar en 1.5 billones de dólares a la economía de Estados Unidos en los próximos 10 años, declaró Raúl Hinojosa Ojeda, especialista en política migratoria de la Universidad de California.

 

Los mismos resultados (1.4 billones) fueron presentados en un infor- me del Center for American Progress. Eso representaría un aumento anual de 0.8 puntos porcentuales a la tasa de crecimiento económico, actualmente estancado en alrededor de 2%.

 

Desde México, el sólo sonido de las palabras reforma migratoria dis- grega un bienestar social que hace justicia a las condiciones naturales y económicas de los socios norteamericanos; sin embargo, valdría la pena analizar la enorme cantidad de externalidades positivas (para Estados Unidos) que detonará la legalización paulatina de millones de personas que pagarán impuestos.

 

La ley de la física-política estadunidense se extiende a la geopolítica. Cuando en Europa el sistema de bienestar vuela por los aires gracias a las condiciones que impone la troika, Obama cataliza una reforma migratoria, no sólo obligado por los beneficios electorales que le arrojó sino por cuestiones demográficas y económicas.

 

En el mestizaje que promueve la globalización, la comida Tex-Mex responde al nacimiento de lo que algunos llaman la Tercera Nación (latinos que viven en Estados Unidos), ahora, el trasvase de antojitos llegará al platillo de trabajadores en forma de migración legal.