La Unión Europea ha aprobado su decimoséptimo paquete de sanciones contra Rusia. El nuevo paquete incluye en la “lista negra” a casi 200 buques de la elusiva “flota en la sombra” rusa —embarcaciones disfrazadas que, entre otras maniobras, transportan petróleo ruso para eludir sanciones—, castiga a empresas que burlan los embargos mediante terceros países e impone prohibiciones de viaje y congelamiento de activos a personas vinculadas con la maquinaria bélica de Moscú.
Aunque la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, reiteró que el bloque “mantendrá la presión”, funcionarios europeos reconocen que el paquete fue diluido. A puerta cerrada, se realizaron ajustes para calmar a los escépticos, como Hungría, que solo dio su visto bueno por el limitado alcance de las nuevas medidas. Diplomáticos coinciden en que acciones más contundentes —como sanciones al sistema bancario ruso o a sus exportaciones energéticas— siguen bloqueadas por la regla de unanimidad y por intereses nacionales que frenan decisiones de mayor impacto.
Las medidas sí amplían el marco legal para sancionar el sabotaje ruso a cables submarinos. También va contra las campañas de desinformación y la exportación de productos químicos vinculados a misiles, pero para muchos siguen siendo pasos graduales. “Las sanciones deberían ser tan severas que obligaran a Rusia a detener su agresión o enfrentar la ruina económica total”, declaró un alto funcionario europeo, bajo anonimato, al Kyiv Independent.
El ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-Noël Barrot, ha exigido sanciones “masivas” contra los sectores petrolero y financiero rusos si Moscú no acepta un alto al fuego. “Cerrar el grifo sería agarrar a Rusia por la garganta”, dijo. Francia incluso está dispuesta a discutir el despliegue de su arsenal nuclear en territorio de aliados, como dejó entrever el presidente Emmanuel Macron, insinuando una nueva postura de disuasión en caso de que la diplomacia fracase.
El canciller alemán, Friedrich Merz, y otros líderes del bloque respaldaron el reciente ultimátum francés: que Rusia acepte un alto al fuego de 30 días —respaldado por Estados Unidos— o enfrente un endurecimiento de las sanciones. Aunque persiste el escepticismo sobre si la UE realmente puede “apretar la tuerca”.
Kiev ha aceptado reunirse en Estambul, pero la presencia —y la sinceridad— de Putin sigue sin confirmarse. Solo se ha anunciado una delegación rusa. Occidente se prepara, una vez más, para otra ronda de dilaciones. Con o sin Putin.
