Tiempos aquellos en que el país se detenía cada primero de septiembre para celebrar el día del presidente. Había desde papel picado por las calles al paso del convoy presidencial hasta una larga fila de hombres y mujeres esperando su turno para saludar al primer mandatario, en lo que era conocido como el besamanos.
Hace menos años, el primero de septiembre se convirtió en el día anti-presidencial. Sobre todo en aquel sexto informe de gobierno de Vicente Fox en que los encolerizados opositores de la izquierda, que acababan de perder las elecciones, cargaron en contra de esta tradición política mexicana.
Más que la fiesta del presidente, lo que murió ese día fue un incipiente contacto entre el jefe del Ejecutivo y el Congreso para establecer un diálogo que debería existir de manera civilizada en esta democracia. Quizá algún día.
Por qué el día del presidente no murió, simplemente cambió de fecha y se incluyó en la invitación las siglas NRDA. Porque desde el sexenio pasado que la fiesta del Poder Ejecutivo se celebra el dos de septiembre sin duda que no entra nadie a aplaudir al Palacio Nacional que no tenga su respectiva invitación de la Presidencia de la República.
Algo que afortunadamente ha perdido el informe de gobierno es su carácter de ser también el día de los anuncios y las sorpresas. Entre las peores está la nacionalización de la banca y una que otra devaluación, además de que conocíamos las reservas internacionales y otros datos que solían ser secreto de estado.
Por eso ahora que inicia septiembre, veamos qué nos tiene preparado el presidente Enrique Peña Nieto en su mensaje de mañana, en Palacio Nacional, en un mensaje que marca la mitad de su administración.
Pero lo que ahora más concentra la atención es el documento que su propio gobierno, vía la Secretaría de Hacienda de Luis Videgaray, habrá de presentar dentro de ocho días.
Puede haber muchas explicaciones en los informes de por qué se prometió un alto nivel de crecimiento y transformación y por qué los planes se frustraron por culpa del mundo.
Sin embargo, lo importante es conocer cómo le van a hacer para lidiar con las finanzas públicas del próximo año cuando los precios están a menos de la mitad de lo presupuestado para este año y cuando la producción petrolera ha sufrido un derrumbe histórico.
La negativa de no hacer una reforma fiscal verdadera alimenta las dudas de la salud financiera durante la segunda mitad del sexenio, porque está claro que si el partido gobernante no lo quiere, con su mayoría, es capaz de frenar cualquier intento opositor de hacer cambios fiscales.
Ya hay de hecho el adelanto del secretario Videgaray de que los problemas presupuestales que tiene el país no se resolverán por la vía de los impuestos, sino por la vía del gasto, lo que convierte al presupuesto base cero en la estrella del paquete económico que viene.
Porque está claro que hasta se planean algunos dulces tributarios para los bien portados empresarios. Nada espectacular, quizá algo menos de presión de la bota tributaria sobre el cuello de los particulares con aquello de la deducibilidad inmediata de las inversiones, por ejemplo.
Entonces si el informe ya no prende, esperemos que la presentación del presupuesto sí lo haga. Y sobre todo que traiga tranquilidad a los mercados sobre el desempeño del gobierno durante la segunda mitad de este sexenio.