Todo estaba listo para el primer disparo de tasas de interés. Si Estados Unidos se animaba a iniciar su proceso de alza en el costo de los dólares de inmediato, literalmente, al día siguiente México habría de iniciar su propio proceso de incremento en el costo del dinero.

 

Incluso, el banco central mexicano realmente había considerado entre sus planes subir la tasa de interés de referencia antes que la Reserva Federal (Fed) si la volatilidad que ha provocado esta expectativa seguía afectando el desempeño de la moneda mexicana.

 

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La reacción adelantada a la reunión de política monetaria dependería del tamaño del embate contra el peso mexicano. Incluso, crecían las apuestas de que independientemente de lo que decidiera la Fed en septiembre, México haría ese aumento preventivo.

 

Y en este país, como en el resto del mundo, tenemos claro que lo que hay que hacer es reaccionar a lo que decidan en Estados Unidos, porque es evidente que no se tocarían el corazón para considerar los efectos de sus decisiones en el mundo emergente.

 

Y podrían tener razón, los mercados ganadores de la pasada fiesta de los dólares no parecen haber pensado en la resaca de los excesos de billetes verdes en sus mercados.

 

En eso estaban cuando llegó China a imponer sus condiciones, a lanzar sus propios salvavidas que le eviten ahogar su economía.

 

La devaluación del renminbi chino, o yuan como le apodan de cariño, es un golpe a los planes estadunidenses, porque obligan a los banqueros centrales de la Fed a sumar a sus complicadas ecuaciones los efectos de la devaluación artificial decretada por China.

 

En el terreno financiero la devaluación contribuye al fortalecimiento del dólar, algo que tienen en la mira en la Fed como un daño colateral a la propia economía estadunidense porque favorece la importación, encarece sus exportaciones.

 

En el terreno comercial, la devaluación del yuan hace que las importaciones para el creciente mercado interno chino se encarezcan, lo que le pega lo mismo a las empresas automotrices, a los fabricantes de equipos electrónicos o hasta a los que comercian con productos alimenticios.

 

Muchos de los afectados en sus ventas al mercado chino son empresas de origen estadunidense.

 

Un dólar más fuerte es un lastre más para la recuperación de ese país, sobre todo cuando los indicadores que se fijó la Fed como determinantes para iniciar el proceso de alza en las tasas de interés no son todavía contundentes.

 

El empleo titubea en su mejora y la inflación se mantiene baja con el efecto que le produce la baja en el precio de los energéticos, el consumo no crece de manera robusta y la industria acusa los efectos de la baja en el precio del petróleo y del incremento del valor de la moneda local.

 

Entonces, la decisión que ahora tomó el gobierno chino de devaluar artificialmente su moneda imprime un ruido adicional, uno externo, que deben tomar en cuenta antes de subir el costo del dinero en Estados Unidos.

 

En la carambola de efectos provocados por el yuan hay que sumar la mayor incertidumbre sobre las decisiones de septiembre. ¿Podría la Fed retrasar el inicio del incremento de las tasas de interés como consecuencia de la devaluación del renminbi?

 

Así las cosas, ya teníamos suficientes angustias financieras y económicas en el mundo y parió la abuela china con su devaluación.