Bajo el entorno global, no hay sorpresa en la intención de los senadores y del presidente de Estados Unidos, de abrir una ventanilla para regularizar a millones de indocumentados: los maestros y doctores tendrán la preferencia; los trabajadores que aporten mano de obra serán los últimos de la fila. Una ventanilla para 11 millones podría abarcar un lapso de atención de servicios no menor a los 20 años.
Hace 19 años México abrió las ventas comerciales para regularizar, con Estados Unidos y Canadá, lo que el economista inglés, David Ricardo, había demostrado 200 años atrás: las ventajas comparativas agregan riqueza a los países, y para explotarlas, se tiene que detonar el comercio internacional. Sin embargo, la productividad del trabajo no fue medida por los detractores del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. En la idea primigenia del patrioterismo subyace siempre el peor de los escenarios; en 1994 era el siguiente: los cierres de El Farolito, El Tizoncito, Los Cocuyos y El Borrego Viudo, entre miles de taquerías, serían provocados por la conquista de las hamburguesas de McDonald´s. En el inconsciente del mexicano, por aquellos años, se encontraba una especie de satisfacción por la falsa creencia de que México podía participar en todos los sectores industriales: fabricar bicicletas, producir las mejores máquinas del mundo para descorchar botellas de vino; elaborar antenas parabólicas; producir camiones, coches, uvas, mangos, quesos, computadoras, y un infinito etcétera. Fue la realidad: productividad del trabajo y calidad de productos, la que demostró que un país no pude producir todo. En el intercambio se encuentran las ventajas relativas, nos diría David Ricardo. “Falso”, rebatirían los afiliados al PRD: como México no hay dos.
Veinte años después el presidente Obama es obligado, electoralmente hablando, a llevar a su agenda el tema migratorio. Es decir, existe de manera implícita la idea de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue rebasado. Se trató, en efecto, de un acuerdo de primera generación (ya huele a viejo). La demografía de Estados Unidos le ayuda a Obama: en 2011 habían 52 millones de latinos (16% de la población total); en 2050 serán 132 millones lo que representarán a un 30% de la población total. De los 52 millones, 11.2 millones de latinos son indocumentados; de ellos, 6.1 millones son mexicanos (63%), puertorriqueños (9.2%) y cubanos (3.5%), entre otras nacionalidades. Hasta aquí la prueba de que contra la demografía no hay defensa. Después, y correlacionado con lo anterior, aparece la política. El pasado 6 de noviembre, el 71% de los latinos que pudieron votar, lo hicieron por Obama. A Romney, el republicano, lo aplastó la comunidad latina. Cuatro de cada 10 votos para Obama los recibió de ciudadanos no blancos, es decir, negros y latinos mientras que, para Romney, uno de cada 10 votos fue detonado por no blancos.
De ahí que la declaración que ayer hizo el republicano John McCain durante un desayuno organizado por el periódico y portal Político, calara en las entrañas del cuerpo político republicano: El ex candidato presidencial dijo que los republicanos no han comprendido la importancia de la migración en la comunidad latina. Increíble que en época de la ingeniería del marketing, el equipo de Romney pasara por alto tal fenómeno durante las pasadas elecciones.
En pleno siglo XXI creemos que México está integrado a la globalización. Si realizamos un análisis comparativo entre la integración de América frente a Europa, por más lamentos de la crisis del euro, nosotros, nos encontramos en la era de la caverna.
Los abuelos europeos se debaten entre el chauvinismo y la paz; los jóvenes europeos, desempleados, entre el mileurismo y la anti política. En América, los estadunidenses entre la demografía del siglo pasado y los 132 millones de latinos que vivirán en ese país en el 2050; y en México, entre Salinas de Gortari y el nacimiento de Morena.