Quienes hemos tratado alguna vez a don Lorenzo Servitje sabemos que no se anda por las ramas cuando se trata de expresar su opinión, de defender sus causas o de fijar públicamente sus posturas políticas.
El martes pasado el fundador del Grupo Bimbo, a sus 96 años, volvió a la carga con toda su acostumbrada polémica. “El presidente está en su peor momento”, dijo ante los líderes de los organismos empresariales y ante decenas de periodistas que habían sido convocados para dar cuenta del compromiso del sector privado para hacer frente a la corrupción.
Servitje Sendra -quien participó activamente en movimientos y campañas como ‘México contra la delincuencia’ o ‘A favor de lo mejor’- había sido invitado en calidad de testigo del compromiso de los empresarios con un Código de Integridad y Ética Empresarial en el que establecieron doce principios para prevenir, inhibir o denunciar actos de corrupción en su relación con el sector público.
Allí, brevemente, don Lorenzo propuso: “Cerremos filas en servicio de México, pero apoyando a nuestro Presidente. Creo que el empresariado es una fuerza política y, por lo tanto, debe respaldar abiertamente al Presidente, que en estos momentos está en una situación delicada y muy triste, por las razones que todos conocemos”. Y, claro, como buen empresario no perdió oportunidad para plantear una abierta negociación con el inquilino de Los Pinos: “Necesitamos seguridad, pero también estímulos para la inversión. Lo vamos a respaldar, pero dé facilidades a los empresarios”.
Se aplaude la iniciativa de los líderes empresariales de enfatizar entre sus agremiados la necesidad de inhibir la rampante corrupción que permea a buena parte de la relación entre empresarios -de cualquier tamaño y región- y los funcionarios públicos. También se aplaude la franqueza de don Lorenzo quien, con todo el peso de su trayectoria, no tiene empacho en señalar públicamente el mal momento que vive el presidente Peña Nieto y su gobierno, y los riesgos implícitos que esto conlleva.
Sin embargo, hay una contradicción en el discurso empresarial y en los propios señalamientos que hizo don Lorenzo. Si se trata de hacer frente a la corrupción -identificado por los ciudadanos a través de las encuestas del INEGI como uno de los mayores males del país- habrá que comenzar por exigir a las autoridades federales y locales, a los legisladores y a los jueces, la aplicación de las leyes, de las normas y de los reglamentos; porque la corrupción es hija de la impunidad. No veo a los ciudadanos -y a los empresarios- manifestándose públicamente por las calles a favor del cumplimiento de la ley y del abierto rechazo a la corrupción desde el sector público.
Los favoritismos desde el poder político, la simulación y el uso abusivo del poder para entorpecer o aniquilar a los contrarios, también es corrupción.
Don Lorenzo tiene razón cuando describe los peligros y riesgos de la situación actual dada la debilidad presidencial, pero no la tiene cuando pide “cerrar filas” en torno al Presidente en momentos en que hay cuestionamientos públicos sobre presuntos conflictos de interés y actos de corrupción en la Presidencia sobre los que no se han dado respuestas.
No se puede “cerrar filas” en torno a ello, ni negociar el cumplimiento de la ley, mientras se firma y promueven códigos de integridad y de ética entre los ciudadanos.