De la misma forma en que el implacable Anton Ego era transportado a sus años de infancia con el primer bocado de aquel mítico ratatouille en el clásico del mismo nombre (Ratatouille, 2007); Guillermo del Toro nos envía, -súbita e irremediablemente- de vuelta a nuestra niñez con los primeros bocados de su más reciente cinta, la enorme Pacific Rim.

 

Titanes del Pacífico (su nombre en español) es una invitación a jugar, es una tarde de verano cuando teníamos 10 años: mañana no hay escuela, hemos sacado al patio todos nuestros juguetes, los amigos y vecinos vienen también, pelearemos la gran batalla, salvaremos al mundo, derrotaremos al mal, seremos héroes, aunque sea por un día. Eso es Pacific Rim.

 

Lo que se ofrece es lo que verán: una épica, descomunal, brutal batalla entre robots gigantes (del equivalente a un edificio de 25 pisos) contra enormes monstruos (Kaijus, palabra japonesa que significa "bestia extraña"). Del Toro no se pierde en explicaciones elaboradas ni en una falsa solemnidad (de hacerlo caería en el ridículo), apenas y esboza un campo de juego que resulte plausible: luego de años de ver al cielo en busca de extraterrestres, estos llegan del fondo del mar; para combatirlos se crea a los Jaegers, colosales robots comandados por dos tripulantes que mediante un vínculo neuronal controlan a estas enormes máquinas.

 

Con el espíritu de Mazinger Z (además de muchas influencias reconocibles pero nunca definitorias) y con mucho rock & roll en las venas, Pacific Rim se asume tan seria y tan compleja como un niño asume serio y complejo su juego infantil. Se trata de una  emocionante y bien filmada cinta de aventuras que tiene como principal logro la capacidad de llevarnos a nuestra infancia sin hacer escala en lo cursi, lo banal, lo ridículo o lo idiota.

 

Nerd consumado, Del Toro no puede negar sus filias, fobias y limitaciones; la trama -que involucra a un piloto retirado, una huérfana que desea cobrar cierta venganza y un general en rebeldía- no es más que la elaborada forma en la que el director apenas puede decir algo sobre las relaciones amorosas ("mientras más unidos estemos mejor podremos dar batalla"), la torpeza de los políticos ("sólo saben construir muros") y el heroísmo (los nerds resultan pieza clave en la historia).

 

No se engañen, esto no es Transformers, aquí está al mando un verdadero cineasta que sabe filmar perfectas secuencias de acción cuidando encuadre, espacio, edición; transmitiendo una sensación de grandeza que no sólo no pierde al espectador sino que lo hace cómplice de lo que sucede en pantalla. Pacific Rim no hace de su pirotecnia un alud de cortes frenéticos ni de su trama un pastiche de ridiculeces sin fin.

 

Lo lúdico no es sinónimo de tonto, lo serio no es sinónimo de trascendente. Del Toro trae de regreso al cine de verano la capacidad de gozo sin sacrificar las neuronas de sus espectadores, dando cátedra a los Snyder, los Bay, los Verbinski  (y si, también a los Nolan): aprendan, así se hace cine de verano.

 

La clave es el juego y el gozo asumidos con rigor. Del Toro recrea la experiencia de aquel cine que sólo puede verse y vivirse en el cine. Una invitación abierta para todo aquel dispuesto a intoxicarse con esta extraordinaria máquina del tiempo.

 

Pacific Rim (Dir. Guillermo del Toro)

4 de 5 estrellas.

 

Con: Rinko Kikuchi, Idris Elba, entre otros.

 

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