La cúpula panista, cualquiera que sea, piensa que el Partido Acción Nacional (PAN) es una fuerza política indispensable en México. Podría ser si vemos el desastre que es el sistema de partidos aquí; pero no lo es, y la muestra está en los resultados y en los hechos.

 

Fue una muy lejana fuerza política en las elecciones presidenciales de 2012 (25.41%) y legislativas (menos 14 senadores y menos 28 diputados federales) y ni siquiera el consuelo de haber sido segunda fuerza política en las elecciones locales del 7 de julio de 2013 con triunfos descafeinados en el marco de una abstención de 65%, aun con el triunfo para su candidato a gobernador en Baja California con apoyo en el Partido de la Revolución Democrática.

 

Y ya ni se diga el resultado de la purificación de su padrón que mostró que a febrero de 2013 apenas contaban con 388 mil 972 militantes.

 

Aun así, la guerra interna estaba declarada hace meses, pero fue aún más evidente unas cuantas semanas antes del día de las elecciones en 14 estados del país.

 

El grupo de senadores panistas-calderonistas (Ernesto Cordero, Javier Lozano…) negaron tres veces la presidencia de Gustavo Madero y pusieron en el aparador nacional un clima de confrontación interna que pasó a lo público y de lo reglamentario a lo legal.

 

Los desfiguros de ambos lo único que consiguieron fue el alejamiento de más y más militantes indignados por los dimes y diretes que se lanzaban sus dirigentes, como también porque muchos de los panistas de angora se quedaron desempleados al terminar la gestión presidencial panista.

 

Miles de posibles electores lo pensaron más de dos veces antes de votar a favor del PAN.

 

A los calderonistas esto ya no les importa. El hálito de fuerza que les queda lo utilizan para reñir a su adversario interno, pero no les alcanza la fuerza para contender con otros partidos políticos.

 

Ernesto Cordero y Javier Lozano, en su arrogancia nostálgica de lo que fueron y ya no son, le han hecho mucho daño a su instituto político. Pero quieren salvarlo, dicen.

 

El martes 30 de julio se reunieron en su sede del DF calderonistas y maderistas. Y aunque se quiere empanizar el evento como un encuentro para limar asperezas y la afirmación de caminar juntitos en lo que sigue de su muy debilitada vida política.

 

En realidad aquello fue un encuentro para negociar la participación conjunta en su propuesta de reformas constitucionales (energética y hacendaria por el momento), mientras que, a cambio, Gustavo Madero tendría que aceptar lo que ya fue cosa juzgada: las modificaciones calderonistas a los estatutos, que proponen la acotación de atribuciones del líder de la bancada en el Senado, la creación de la figura del tesorero para manejo de los recursos objeto del deseo y la no confrontación con los hombres del ex presidente.

 

Ese día, Cordero-Lozano llegaron triunfales. Ya no en negativa. Ya no emberrinchados. Ya no con ganas de hacer polvo a Madero y a su gente: habían cabildeado la negociación. No lo ocultaban. Madero, contrito dijo “sí” a sus giros estatutarios.

 

Así que estuvieron juntos el 31 de julio cuando entregaron su propuesta energética (reformas a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales). Sin embargo, los calderonistas quieren el partido político para el ex presidente a como dé lugar y lo pelean a su manera: con golpes bajos, con insidias, con acusaciones, con demostraciones de fortaleza frente a la debilidad del contrincante.

 

Y mandan señales de triunfo a los militantes que aún les quedan. La esposa del ex presidente Calderón favorecía a calderonistas cuando dijo, el 20 de julio, que no descartaba contender por la presidencia nacional del PAN. En todo caso, el PAN ya es un partido al que lo único que le queda es la ideología conservadora.

 

¿Qué sigue? La transformación de un partido que tenía fundamentos y principios por uno utilitario y sin poder, porque lo perdió y será muy difícil que, como está, lo recupere, aunque sigan haciendo rounds de sombra entre ellos.

 

***

 

“Y me percaté que en vez de una, mi cuerpo tenía dos sombras, la mía y la de tus recuerdos”.

 

Víctor De la Hoz

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