¿Qué tan importante es el acarreo y la manipulación para ganar elecciones? Mi impresión general es que en elecciones más participativas (presidente, gobernador) la “operación política” pesa menos que el voto libre; y en elecciones intermedias tiende a funcionar mejor, pero en ambos casos, la operación es un factor subordinado a la percepción general sobre el buen o mal gobierno.

 

Menciono esto en relación con la utilización política del programa Cruzada nacional contra el hambre en Veracruz. Una serie de grabaciones dieron lugar al cese de siete funcionarios de la Secretaría de Desarrollo Social, entre ellos el delegado en la entidad. Lo que queda claro de estas grabaciones es que los funcionarios estatales y federales entienden que su labor de gobierno debe extenderse hasta controlar políticamente la gestión de los programas sociales para asegurar el triunfo del PRI.

 

En 2003, fui candidato a diputado por el PAN. Perdí en buena medida porque el “Efecto Fox” se había diluido por completo; por mucho esfuerzo que hiciéramos los candidatos, el gobierno panista estaba siendo una mala marca en la ciudad. Por otro lado, la gente ya tenía una opinión positiva del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. En todas las casillas con fila, dominaban las cabelleras blancas. El programa de apoyo a adultos mayores había funcionado, hubiera o no acarreo de votantes.

 

Un programa que tenga como objetivo abatir la pobreza alimentaria tendría que traducirse en votos. Recién, el diputado Fernando Rodríguez Doval destacaba respecto al programa: Chihuahua tiene elecciones y en vez de llevar la Cruzada contra el hambre a municipios tarahumaras como Batopilas o Urique, el esfuerzo se concentra en cinco municipios, de los cuales dos son los más poblados. Como respuesta uno puede entender que aun cuando 100% de los habitantes de Batopilas sufrieran pobreza alimentaria, esto representa a 15 mil pobres, mientras que 4.37% de los juarenses son casi 50 mil personas.

 

El programa Cruzada contra el hambre puede tener un sesgo político, sin duda, el problema es cuando los políticos sacan el cobre. No es lo mismo que el programa se enfoque a los municipios más grandes (que como decía, con 5% de su población pueden superar en beneficiarios a los municipios pequeños con porcentajes mucho más elevados de pobreza), a que sólo se esté buscando sacar beneficio político con cada apoyo repartido.

 

Operar programas sociales implica hacerse de padrones, de información personal, que puede ser utilizada para intimidar y controlar a la gente para, a su vez, coaccionar el voto. Hay personas, se les llama “operadores políticos”, que sienten que su obligación es comprometer a la gente con su grupo político. Es uno de los oficios más deleznables que existen en nuestro país, pero los que lo ostentan se llenan de orgullo, como ocurre en las grabaciones de Veracruz. Si hay fiesta, hay que amarrar a los perros.

 

Sin duda, en elecciones muy competitivas, una llamada, una tocada de puerta para recordar que es día de votar sirve, más si se tiene claro quienes pueden simpatizar con nuestra propuesta. Pero de allí a querer que los recursos públicos se utilicen con un claro desvío político termina siendo un error que, a todas luces, le salió caro al presidente Enrique Peña Nieto: Ya tuvo que defender el trabajo de Rosario Robles, y para colmo lo tuvo que hacer con el pésimo argumento de que su oposición manipula los hechos.

 

Un programa como Cruzada contra el hambre puede vender políticamente. De hecho, tiene muchas de las virtudes de Solidaridad, el programa de Carlos Salinas de Gortari. Cruzada contra el hambre puede ser el mayor éxito político de Peña Nieto, siempre que se maneje con prudencia. No hace falta tanto brinco, el suelo es planito, planito.

 

@GoberRemes

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