Sucesos bélicos como lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki, o accidentes imputables a errores humanos o la naturaleza, como los casos de Chernobyl o Fukushima­, nos han demostrado el peligro que puede significar el mal manejo de la energía nuclear, pero pocas veces advertimos que la radiactividad atraviesa, literalmente, nuestra vida cotidiana. Está presente en hospitales, reactores, centros de investigación, industrias y, de modo mucho más moderado, en nuestro entorno natural y hasta en casa.

 

Como en todo proceso, los diversos usos y aplicaciones de la energía nuclear generan desechos que deben ser manejados de manera responsable y profesionalmente especializada, pues cualquier filtración al medio ambiente implicaría consecuencias de suma gravedad para cualquier forma de vida, debido al carácter altamente contaminante de la radiactividad.

 

En los mismos instantes en que se perciben aires de guerra en la península de Corea, donde deambula el fantasma de una conflagración con armamento nuclear, en México un grupo de científicos del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico en Electroquímica (Cideteq), liderado por la doctora Erika Bustos, desarrolla con éxito un método innovador para el tratamiento y remoción de residuos radiactivos.

 

Se trata de una aplicación con solventes orgánicos para remover depósitos sólidos del Centro de Almacenamiento de Desechos Radioactivos (Cader) del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ), única entidad autorizada en nuestro país para el manejo de este tipo de residuos, y a quien le interesa recuperar 45.56 metros cúbicos (m2) de desechos líquidos orgánicos radiactivos, producto de aplicaciones de la energía nuclear en medicina y la investigación científica.

 

La mayor parte de estos residuos líquidos se produjo de 1983 a 1990 y fue necesario combinarlos con suelo natural para inmovilizarlos, de modo que no representaran un riesgo para el medio ambiente. Hace algunos años, las doctoras Erika Bustos y Fabiola Monroy se plantearon brindar una solución a este problema, de modo que iniciaron el acercamiento de sus líneas y equipos de investigación, así como también estudiaron en conjunto lo que en otros países como China, Alemania o Estados Unidos se hacía a este respecto.

 

“Aplicamos un campo eléctrico utilizando un medio electrolítico (agua o acetona) -dice Bustos-, eso permite que cuando se aplica el campo eléctrico se generen tres fenómenos de transporte: La electromigración, es decir, hay una atracción electrostática hacia los electrodos. La electroósmosis, que se produce cuando tenemos algún compuesto sin carga eléctrica. Y la electroforesis, que es el movimiento de coloides que tienen carga superficial”.

 

Entre los resultados de este proceso, además del de haber lograrlo la remoción de residuos con procesos económicamente rentables, es que tales esfuerzos le han merecido a la doctora Erika Bustos la distinción de ganar la Beca para Mujeres en la Ciencia L´Oreal-UNESCO-AMC, premio que recibió esta semana.

 

También, esta historia de éxito de la ciencia, la tecnología y la innovación es un ejemplo de que en México sí podemos aprovechar en beneficio de todos la vinculación entre el conocimiento generado en los centros de investigación científica, la transferencia tecnológica que de ello se deriva y su aplicación en el sector productivo, algo en lo cual el Foro Consultivo Científico y Tecnológico ha venido insistiendo a lo largo de su primera década de existencia.

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