Algunos de los muchos asuntos pendientes que tiene el Consejo de Administración de Pemex sobre la mesa tienen que ver con el Viejo Continente, particularmente con España.

 

Como se sabe, actualmente la petrolera estatal participa en la española Repsol con 9.34% de las acciones y es el tercer inversionista en importancia sólo detrás del grupo financiero español Caixabank, que detenta 12.02%; y el conglomerado de la construcción Sacyr, con 9.38%.

 

Ya en mayo pasado se conoció, a través del informe anual que presenta Pemex ante la Comisión de Valores de Estados Unidos -SEC por sus siglas en inglés-, que la paraestatal estaba dispuesta a deshacerse de 4.9% de las acciones que posee de Repsol, una vez que concluyó el compromiso por un año que había firmado con la petrolera española de mantener su actual posición accionaria.

 

Sin embargo, a finales de julio, Pemex todavía mantenía poco más de 9.3% de las acciones de Repsol, según los informes de la petrolera española, por lo que la desinversión aún sigue pendiente.

 

Evidentemente que éste ha sido un mal negocio financiero para Pemex desde que incrementó su posición accionaria en julio de 2011. Durante este tiempo el precio de la acción de Repsol ha oscilado en una zona de rendimientos negativos para Pemex (la acción cayó hasta cerca de los 10 euros, después de cotizarse en 19 euros a mediados de 2011) y en lo que va de este año ha cotizado entre 14.7 y 18.4 euros por acción. Ayer cerró en 17.6 euros.

 

Si bien Pemex ya decidió regresar a su inversión original de 4.5% en el accionariado de Repsol, incluso es probable que vaya por una desinversión mayor, una vez que se concrete la reforma que discutirá el Congreso a partir de septiembre. Claro que esta decisión también dependerá de la coyuntura de precios en los mercados para reducir las pérdidas hasta ahora acumuladas en su incursión en Repsol.

 

El otro asunto que tiene pendiente Pemex en España es el acuerdo para la compra de 51% de los astilleros gallegos Hijos de J. Barreras de Vigo -el mayor constructor naval privado de Galicia- con lo que también habría concretado la fabricación de dos hoteles flotantes que requiere para su operación. Aunque no se dieron datos concretos sobre el acuerdo, se habla de una inversión superior a los 200 millones de dólares.

 

Hasta ahora la transacción no se ha cerrado formalmente y el director general de la petrolera ha dicho que la inversión se sigue contemplando y “dependerá de los requerimientos de esos barcos que todavía estamos evaluando”.

 

El asunto es que si bien es probable que esta participación accionaria con los gallegos finalmente se concrete y se fabriquen estos dos primeros “floteles” en los astilleros españoles que requiere la petrolera, la intención de Pemex y del gobierno es traer la tecnología al país para construir barcos más complejos en México que requerirá la empresa en los próximos años.

 

En ese sentido es que recientemente Pemex firmó un convenio con la Secretaría de Marina por 250 millones de dólares para la construcción de embarcaciones pequeñas en sus astilleros y en astilleros privados. Ya actualmente la petrolera está en conversaciones con las empresas que le rentan plataformas de perforación -barcos más complejos- a Pemex para que éstas las construyan en suelo mexicano.

 

Como se puede ver en estos dos asuntos relacionados con España que Pemex tiene en su lista de pendientes, la nueva dirección de la petrolera estatal ha dejado ver un giro en su estilo de negociación y en los objetivos que pretende. La potencial desinversión de Repsol y el giro en la negociación con los astilleros gallegos, muestra que a Pemex le interesa concentrarse en invertir aquí, en el país. Un nuevo sello de esta administración.

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