José Antonio Meade será un funcionario clave y con fuerte influencia en la estrategia que se ha planteado el gobierno de Enrique Peña Nieto hacia los próximos años.
Su bien ganada fama de experto en el entendimiento de las finanzas y la macroeconomía durante su paso de dos décadas por Hacienda, no le resta en nada a sus demostradas habilidades para la negociación política que aprendió en la facultad de derecho y que le inculcó su padre, Dionisio Meade, priista y responsable de las relaciones públicas del banco central que gobierna Agustín Carstens.
De hecho, en algún momento del último tramo del gobierno de Felipe Calderón, el entonces secretario de Hacienda fue considerado por el presidente electo y por Luis Videgaray, el “brazo derecho del presidente” en materia económica, como candidato para continuar al frente de las finanzas públicas en el sexenio que iniciaba.
Sin embargo, las cualidades para las relaciones públicas internacionales que mostró Meade Kuribreña en los diversos eventos de alto nivel que se realizaron durante la presidencia de México en el Grupo de los 20, le dieron a Videgaray una nueva alternativa: Aprovechar las fortalezas del expertise político-económico de Meade para impulsar ante el mundo las reformas económicas que serían el corazón de la estrategia del gobierno de Enrique Peña Nieto entre 2013 y 2018.
Con ello se consolidaba una experimentada dupla que requiere toda operación de gran calado como la que se han propuesto: Videgaray como estratega de las reformas económicas y Meade como el vocero ante el mundo de las mismas. Nadie mejor que “Pepe” Meade -como le conocen sus allegados- para entender e instrumentar en las sedes del servicio exterior la llamada “transformación económica mexicana” que pretenden Videgaray y Peña Nieto.
Meade creció en Hacienda de la mano de Francisco Gil Díaz, pero sobre todo de Agustín Carstens. Fue coordinador de asesores de este último y pieza clave en las negociaciones con el Congreso en la llamada “reforma fiscal” y en la implementación del IETU. Su habilidad política le hizo convertirse en el hombre de confianza de Carstens como subsecretario de Ingresos y luego como subsecretario del ramo a la salida de Alejandro Werner. Su ascenso a la titularidad de Hacienda en el último tramo del gobierno panista de Calderón y a la salida de Ernesto Cordero, el hombre de confianza del Presidente, fue una demostración más de sus habilidades políticas para granjearse la confianza del Presidente sabiendo de sus orígenes familiares priistas.
A pesar de su juventud -tiene 43 años- Meade ha labrado ya su propio camino y su canal de influencia en los vericuetos de la economía. Para nadie es un secreto que Jaime González Aguadé, el recién nombrado presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, es hombre cercano al ahora secretario de Relaciones Exteriores, a pesar de que su nombramiento despertó comentarios poco favorables por su inexperiencia en materia de regulación y supervisión financieras.
Pero es en la Cancillería en donde la influencia de “Pepe” Meade se ha dejado sentir con los nombramientos clave que hizo recientemente y con un golpe de timón en la conducción de una política exterior en la que prevalecerá la presencia de México en la economía global y en sus organismos multilaterales.
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