Cuando terminó el mensaje de Josefina Vázquez Mota, no pocos nos quedamos mirando unos a otros. ¿Qué le pasa? nos preguntábamos. Distintas respuestas obsequiaban los periodistas que la siguieron a lo largo de la campaña. Unas señalaban hacia el coraje y la lucha interna en el PAN: “Quiere la presidencia del partido…!, decían unos; otras a la compresión: “Pobre Josefina.., le sigue teniendo miedo a (Felipe) Calderón”.
Doce minutos duró la lectura de su texto. Apareció seria, sin sonrisa en el rostro, 30 minutos tarde. No respondió ninguna pregunta. Entró y salió sin cruzar palabras siquiera con aquellos que la acompañaban en la plataforma: Roberto Gil, Alberto Pérez Cuevas, Max Cortázar, Julio DiBella, Rogelio Gómez Hermosillo, Alberto Athié, Gaby Cadena.
Las incongruencias en su discurso saltaban a la vista. Sostenía que las circunstancias de inequidad en torno a la elección -la compra del voto, la coacción- fueron “determinantes” para el resultado. Acusaba que hubo financiamiento extralegal. Exigía a las autoridades electorales “actuar en consecuencia”. Parecía que ahora sí iba a luchar por los votos de sus simpatizantes. Sin embargo, ella misma no diría ni una palabra sobre impugnar la elección en la que contendió. Se jactaba incluso de haber reconocido inmediatamente su derrota, lo cual -apuntaba- dejaba ver claramente “quiénes son los demócratas”.
La panista arremetía contra las encuestas, apuntaba el dedo flamígero contra ellas, clasificaba su actuar dentro de la categoría de “acciones ilegales”, y demandaba una sanción para ellas porque -afirmaba- “no basta con decir me equivoqué, ustedes disculpen…”. Y sin embargo, no daba el paso siguiente.
Convocaba a la ciudadanía a construir “un movimiento ciudadano a favor de esta democracia”, y al mismo tiempo ofrecía su ayuda para “fortalecer el carácter democrático” de Acción Nacional. Jugaba a dos bandas, aunque lo verdaderamente importante ahorita para ella era el partido. En las últimas horas esa ha sido la discusión con sus cercanos: evitar que los calderonistas se queden con el partido, y ella misma juguetea con la idea de ser la próxima dirigente del partido.
La Josefina que apareció ayer ante los reporteros -lucía abrumada, sombría, distante, extraña- era muy diferente a la que vimos en campaña en los últimos días. Quizás por ello algunos periodistas simplemente expresaban: “Pobrecita…”.
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DOBLE GOLPE PARA MONREAL.- Quien anda festejando en serio es Rogelio Cerda, delegado del PRI en Zacatecas. Y no sólo porque en esa entidad fue donde los tricolores lograron la ventaja más amplia en votación para Enrique Peña Nieto sobre el segundo lugar (27 puntos arriba de Andrés Manuel López Obrador), sino porque le tundieron sabroso al monrealismo.
En el mismísimo terruño de Ricardo Monreal, Fresnillo, los priistas ganaron dos a uno, con Adolfo Bonilla, el enemigo histórico del ex gobernador zacatecano, dejando en el camino a David Monreal, hermano del coordinador de la campaña de AMLO.
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ESTA MAÑANA ME VI MÁS GUAPO.- Para ilustrar el ánimo reinante en las huestes del PRI en estos días, Francisco Rojas nos contó esta anécdota: Cuando Miguel de la Madrid ganó la Presidencia, uno de los que formarían parte de su gabinete recibió una llamada de un amigo que le preguntó: ¿Cómo te sientes? Y éste le contestó: Mira, esta mañana me vi al espejo y me vi un metro más alto y más guapo.
“Pues así estamos…”, confesaría entre risas el coordinador de los diputados del PRI en la Cámara de Diputados.
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GEMAS: Regalito del gobernador de Coahuila, Rubén Moreira: “Ahorita ando medio ocupado, porque tengo un problemilla con Los Zetas, con El Chapo y con el no sé quién que andan ahí molestos conmigo, pero me siento a platicar con ustedes”.
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