Andrés Manuel López Obrador, autoungido el fin de semana pasado como dirigente del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), parece haber perdido el magic touch que le caracterizó en las elecciones de 2006 y 2012 y para tratar de recuperarlo está dispuesto a encabezar en Tabasco el movimiento “diablo con vestido azul” y a hacer otras diabluras cargadas de demagogia.
En su primer acto público como presidente de Morena, el tabasqueño anunció que desafiará a la Comisión Federal de Electricidad y reconectará la luz a deudores de energía en Tabasco, para lo cual contrató varias camionetas que acudirán con electricistas, seguramente ex trabajadores de la planilla-pandilla del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) a reinstalar el servicio eléctrico a quienes les corten la luz por “exceso de pago”. ¡No tiene remedio el tabasqueño!, exclaman los observadores quienes recuerdan la amenaza de toma de los pozos petroleros en 1994, 1995, 1996 y para protestar por “abusos ecológicos” de Pemex y los pocos beneficios que dejaba a las comunidades locales, porque perdió las elecciones donde se disputó la gubernatura de Tabasco, por defender la soberanía nacional y otras “mariguanadas”, como los llamados a la “resistencia civil” que son como el “petate del muerto”.
Ahora, obsesionado por la Presidencia de la República, que se le ha escapado en dos ocasiones anteriores, parece haber perdido el sentido de las proporciones. Hace un mes casi subrepticiamente se apersonó en el Vaticano para entregarle al jefe de la Iglesia Católica en propia mano una lacrimógena carta y una bonita estampita de fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indios, tratando con ello de conmover a sus seguidores.
El sábado pasado, ya como presidente de Comité Ejecutivo Nacional de Morena, el tabasqueño desempolvó el mismo discurso de hace 12 años, donde habla de “postular ideas” (¿cuáles?) principios (¿como los de Groucho Marx que decía si no les gustan estos principios tengo otros?) y defender causas justas. “Nunca debemos olvidar que el objetivo principal de nuestro movimiento es la transformación del país; nos preocupa y ocupa el bienestar del pueblo, no los cargos, ni el dinero! ¡Sí, “Chucha”, si tú mismo has dicho que “con dinero baila el perro”!, le responden sus detractores.
Según el tabasqueño, Morena es la única oposición verdadera y la única esperanza de muchos mexicanos, sentimiento que se expresa de distintas maneras a lo largo y a lo ancho del país en las encuestas. Con auténtica y probada preferencia por los desposeídos, estamos obteniendo los votos en las ciudades y en las clases medias, y los pobres del campo y la ciudad… Pero no hay que confiarse sino aplicarse, recomienda.
Ya encarrerado, López Obrador hizo otro llamado a orientar todos los esfuerzos y recursos para construir una estructura organizativa nacional sólida, capaz de aglutinar a hombres y mujeres conscientes que participen en comités de base y círculos de estudio para convocar a más ciudadanos a trabajar por la transformación del país. La misma propuesta que hizo en 2000 y en 2006, que resultó un fracaso porque la mayoría de los 300 cuadros dirigentes, uno por distrito, que se ocupó de tiempo completo en la integración de comités de base o de protagonistas del cambio, que supuestamente afiliarían a millones de personas, promoverían y defenderían el voto, “se lo chamaquearon”. Le dijeron algo así como “tú no dejes de preocuparte, Andrés, a nosotros mándanos lana y organizamos a todos”, pero no le cumplieron.
En donde los observadores políticos objetivos e imparciales y muchos de los asistentes al acto donde se autoungió López Obrador como presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, se quedaron perplejos fue cuando dijo: “Tenemos que seguir actuando con honestidad y congruencia. Ser de izquierda es tener buenos sentimientos y ser honesto, el que no se conmueve ante el dolor humano ni hace algo por el prójimo, no es de izquierda, tampoco lo es el corrupto y el farsante…”
¡Amárrenloooo! Gritan otros.