Hoy comienza en Comisiones en el Senado la revisión del llamado “Plan B’’ de reforma electoral que los diputados de Morena y aliados regalaron al presidente Andrés Manuel López Obrador y, pese a las promesas de Ricardo Monreal de revisar “minuciosamente’’ el documento, no hay mucho que esperar.

Lo único que podría reivindicar a los senadores de Morena con sus electores es que rechazaran en sus términos el bodrio aprobado en San Lázaro, pero no lo harán.

Monreal dice bien cuando afirma que de lo que decida el Senado dependerá en buena medida la democracia en el país, pero no existe el compromiso explícito de rechazarlo.

Si acaso, la promesa de revisarlo “a conciencia’’, lo cual, en términos prácticos, no significa nada.

La bancada de Morena está hoy más dividida que nunca por razones de la sucesión presidencial.

Monreal tiene a un grupo de fieles, entre los que destaca Alejandro Armenta, presidente de la Mesa Directiva, pero los que se suman a sus posiciones no llegan a 20 y hay algunos, como la expresidenta del Senado Mónica Fernández, que ya le voltearon la espalda.

Los números no le dan al zacatecano para evitar que Morena y sus aliados refrenden, con los cambios que les ordenaron desde Palacio Nacional, el famoso Plan B.

Podrá decir que se hizo la lucha y abstenerse de votar en el Pleno, pero eso no le ayudará ni interna ni externamente en su carrera por la Presidencia.

Lo delicado es que hoy, cuando inicie la discusión en las Comisiones, tampoco la oposición se ve muy resuelta a dar la batalla; más bien parecen resignados a lo inevitable.

Como sea, las declaraciones de Monreal y el entorno en que se dan generaron una esperanza de que el Senado se pueda convertir en el dique legal para evitar un asalto al INE y al futuro de la democracia en México.

Lo recomendable sería no hacernos ilusiones.

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Mucho se ha criticado en redes y medios la actuación servil del gobernador de Nuevo León, Samuel García, hacia el presidente Andrés Manuel López Obrador.

No tendría por qué causar extrañeza.

Ningún gobernador, de cualquier partido, se puede pelear con el Presidente, y más cuando de esta relación dependen los recursos financieros para los estados.

Si no, pregúntele a otro emecista, Enrique Alfaro, cómo le fue en los primeros años de la administración lopezobradorista cuando quiso rebelarse.

Ahora que, una cosa es respetar la investidura presidencial y otra ponerse de tapete.

Sutil diferencia.

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Dos poblanos están protagonizando la pelea del sexenio por ganarse su estrellita en la frente con el objetivo de ser considerados para suceder al gobernador Miguel Barbosa.

Se trata de Ignacio Mier, coordinador de los diputados de Morena, y Alejandro Armenta, presidente de la Mesa Directiva del Senado.

Mier está en campaña permanente desde San Lázaro para ganarse el favor de López Obrador; por eso aprobó sin leer el “Plan B’’, que incluyó una modificación inconstitucional para tratar de salvar a sus aliados políticos en el caso de que no obtuvieran 3% de la votación nacional en la próxima elección.

No es el candidato de Barbosa, con quien ha sostenido diferencias abismales.

Armenta, más modosito, también se ha estado moviendo los últimos dos años, pero lo ha hecho sin contrariar al gobernador.

Recientemente anunció la creación de una red de simpatizantes para respaldar sus aspiraciones.

Dicen que el acuerdo con Barbosa, hace cinco años, es que en el 2024 le toca a él.

A ver si es cierto.

LEG