El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), que destrozó la “verdad histórica’’ de Jesús Murillo Karam, hizo lo mismo ayer con la “verdad histriónica’’ de Alejandro Encinas.

Y ni modo que Morena descalifique a estos especialistas a los que aplaudieron y reconocieron públicamente en la administración de Peña Nieto.

Básicamente, el GIEI expuso que las capturas de pantalla de teléfonos celulares (más de 400) en las que se fundamentó la investigación y posterior acusación de Encinas contra un grupo de militares y civiles, carecen de rigor técnico y jurídico.

Es decir, que no se pueden asegurar que sean verdaderas y por lo tanto no sirven para sustentar un caso penal.
Lo que los expertos hicieron fue una auditoría forense a las fotografías de las pantallas de celulares en los que se exhibían presuntos diálogos entre integrantes de la delincuencia organizada y militares.

Los resultados de la auditoría arrojaron un detalle simple pero contundente: no se puede confirmar su veracidad pues en los mensajes aparece el doble signo de confirmación de leído (las palomitas azules, pues), cuando la aplicación de WhatsApp lo lanzó al mercado el 20 de noviembre de 2014, casi dos meses después de que ocurrieran los lamentables hechos en los que desaparecieron 43 normalistas de Ayotzinapa.

¿Qué fue lo que pasó ahí? ¿Se chamaquearon a Encinas y él al Presidente? ¿Y el Presidente a los padres de los desaparecidos?

El GIEI pidió una “investigación seria’’ lo que constituye una editorial contundente sobre la versión de lo que “realmente creen que sucedió’’ esa noche en Iguala.

Encinas ya había adelantado a The New York Times que la veracidad de las capturas de pantalla no pudo comprobarse antes de la presentación de su informe; pero aún así se presentó como la única verdad.

El informe del GIEI será utilizado por la defensa de los militares presos para desvirtuar las acusaciones en su contra, además de las propias revelaciones de Encinas al diario estadounidense.

Lo que falta por explicar es qué fue lo que pasó con el informe que presentó Encinas, porque pareciera que se apresuró a cumplir con un encargo “haiga sido como haiga sido’’.

Cuatro años esperando el cumplimiento de la palabra presidencial para llegar al punto en el que comenzó la investigación de verdad histriónica: no saben dónde están.

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Ya se supo que el berrinche que supuestos dirigentes del PRI en Sonora hicieron el fin de semana pasado, se debe a que la exgobernadora, Claudia Pavlovich, quiere seguir metiendo las manos en el partido desde su beca, perdón, el consulado en Barcelona.

Un grupo de priistas que le siguen siendo leales a la cónsul pretendió hacerse de la dirigencia estatal, pero en el camino se les impuso el grupo que simpatiza con Manlio Fabio Beltrones.

Beltrones volvió a la escena política en su estado natal y con su apoyo fue nombrado dirigente del tricolor en Sonora Rogelio Díaz Brown Ramsburgh.

A ver quién se pone enfrente a Beltrones.

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Por cierto, también en Sinaloa hace aire.

Los priistas locales pidieron la destitución de la secretaria general del partido, Cinthia Valenzuela Langarica, porque consideran que obedece a las órdenes de otro becado, perdón, exgobernador, Quirino Ordaz, embajador de México en España.

La funcionaria partidista no quiso renunciar al cargo, pero en un mes termina el periodo para el que fue elegida así que lo único que harán sus detractores es esperar que transcurra el tiempo.

Y después habrá una elección.

LEG