Esta semana el gobierno destinará recursos y tiempo para promocionar la elección del poder judicial que se realizará en una semana.

 

Ayer se vio por las calles principales de la ciudad, un pequeño ejército de promotores del voto, que no se sabe si fueron contratados por el gobierno o por las autoridades electorales, pero que portaban lonas y pancartas en las que sobresalía el color guinda.

 

El gran temor del gobierno es que la elección sea un fracaso.

 

Ya lo es en cuestión de credibilidad no solo por los currículos de los candidatos cuestionables, ligados a la delincuencia organizada directa o indirectamente, sino por las trampas que se han quedado exhibidas en días recientes.

 

Desde los acordeones institucionales, que deberían servir para orientar a la población sobre cómo votar pero que han sido utilizados descaradamente para ordenar por quién votar, hasta las presiones de los gobernadores por sumar gente el día de la elección.

 

Será una elección de Estado, simple y llanamente.

 

La presidenta Claudia Sheinbaum, que pudo haber detenido la farsa y contenido el tremendo gasto que implicará, decidió seguir con el proceso cuyas estimaciones, las más optimistas, consideran que si participa el 10% de un padrón de mexicanos en edad de votar, que es de 100 millones, ya sería un éxito.

 

La Presidenta ha dicho, para justificar la elección, que es mejor que decidan “unos cinco millones’’ de mexicanos a que decida solo uno, en este caso el presidente que era quien proponía a los ministros de la Corte.

 

Pero el argumento es absolutamente rebatible, cuestionable.

 

Ella no es “solo una’’ mexicana, sino quien representa la voluntad de los 36 millones de ciudadanos que votaron por ella; no es una mexicana más, sino la titular del Poder Ejecutivo, la jefa política del país y que, gracias a la reforma judicial, producto de los odios de Andrés Manuel López Obrador, abdicará su obligación de seleccionar a los juristas mejor preparados para que, el próximo domingo, la gente vote por candidatos elegidos por una tómbola.

 

¿Qué cree usted que pueda salir mal?

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El hecho de que sea Rosa Icela Rodríguez la encargada de tratar de negociar con los porros de la CNTE, es una muestra de que sus peticiones son de carácter político y no laboral.

 

De lo contrario deberían estar sentados en la oficina de Mario “el fantasma’’ Delgado, que cobra como secretario de Educación Pública, pero que no se ha dejado ver públicamente desde hace días.

 

Quién sabe si la desaparición del secretario tenga que ver con negociaciones secretas con la CNTE o con lo que se dice sobre una investigación en su contra en Estados Unidos.

 

El caso es que luego de que la presidenta Sheinbaum se negara a recibirlos, los líderes de ese grupo anunciaron que no se moverán del Zócalo, que el plantón recibirá relevos esta semana y que seguirán pegándole a la movilidad de la capital en puntos estratégicos.

 

Así que está usted avisado.

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En eso de la atención médica, cada vez estamos más lejos de Dinamarca y más cerca de Haití.

 

Cuestión de ver la queja de los gobernadores morenistas que decidieron ceder sus sistemas de salud pública para crear el IMSS-Bienestar, que no ha podido con el paquete, pese a las declaraciones optimistas de funcionarios del sector.

 

Si los gobernadores ya llegaron hasta palacio nacional a quejarse por la crisis del sistema de salud público en sus entidades, es que algo muy grave está ocurriendo en ese sector.

 

     @adriantrejo

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