¿Cuánto caló en el ánimo presidencial la marcha ciudadana del domingo pasado que, pese a sus altos niveles de popularidad, se ve en la necesidad de encabezar una marcha de “desagravio’’?
Minimizada por el propio López Obrador y sus voceros, insultados sus participantes, exhibidos como la sociedad “mala y corrupta’’, la marcha ya tuvo sus consecuencias.
La primera y más notable es la decisión presidencial de asumir que su iniciativa de reforma constitucional en materia electoral no pasará y que en su lugar propondrá una totalmente descafeinada.
Es decir, que los puntos medulares de la reforma, que significaban un retroceso en el sistema democrático del país, están enterrados.
La segunda y no menos importante, es que la marcha resucitó a la alianza PAN, PRI y PRD, que había quedado “en pausa’’ cuando los tricolores propusieron extender 4 años la labor del Ejército Mexicano en tareas de seguridad pública.
Ayer los coordinadores parlamentarios de los tres partidos en San Lázaro anunciaron la recomposición de la sociedad con el único fin de votar en contra de la reforma electoral propuesta por López Obrador.
La tercera consecuencia es el empoderamiento de la clase media a la que el Presidente ataca diariamente desde que comenzó su administración hace ya casi 4 años.
Sabedora de que la marcha que encabezará el presidente el 27 de noviembre es consecuencia de la realizada el 13, la clase media ya probó el sabor de las victorias mediáticas y es muy difícil que se deje amedrentar en el futuro.
Lo malo del asunto es que la misma clase media ya compró el discurso de la confrontación y no se ve cómo o quién pueda detenerlo.
Si algo va a evidenciar la marcha del 27, además de la crisis de autoestima presidencial, es la enorme y peligrosa polarización que vive el país cuyos factores son diariamente atizados desde el púlpito presidencial.
¿Quién puede contra eso?
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Morena presentó a sus cuatro corcholatas para competir por la candidatura al Gobierno de Coahuila, pero solo dos están realmente en la competencia: el senador Armando Guadiana y el subsecretario de Seguridad, Ricardo García Berdeja.
Hace no muchos días, Guadiana se quejó de “guerra sucia’’ dentro de su propio partido y pidió reglas claras.
No pasó nada con la queja, al menos públicamente, y el legislador siguió haciendo actos de proselitismo sin mayores contratiempos.
García Berdeja, por su parte, ha debido sortear acusaciones que lo trataron de ligar con líder morenista de Puerto Vallarta, asesinado en un restaurante hace unas semanas por sus presuntos vínculos con la delincuencia organizada.
Con todo eso, el subsecretario recibió un apapacho presidencial la semana pasada y seguramente hoy, cuando presente las estadísticas sobre la delincuencia en el país, tendrá otra palmadita en el hombro, lo que será interpretado como la señal que viene de lo alto.
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El director general del IMSS, Zoé Robledo, presentó el martes pasado el acta de defunción del INSABI al informar que el IMSS-Bienestar a finales de año tendrá presencia en 24 estados y pasará de operar 80 hospitales a 331, y de 3 mil 900 unidades de primer nivel a 7 mil 600.
A IMSS-Bienestar (que pasó de ser un programa a ser un organismo público descentralizado) se han sumado mil 341 médicos residentes de especialidades troncales en 101 hospitales y se cuenta con la presencia de 412 médicos cubanos de 45 diferentes especialidades.
Es decir, todo lo que no pudo hacer el INSABI lo hará el IMSS, sin duda la institución más solidaria del país.
LEG