El presidente Donald Trump aplica con el Gobierno mexicano la misma estrategia de los chantajistas: el problema es conceder la primera petición, porque no será la última y las subsecuentes serán cada vez más costosas.

 

Trump no solo rompió la tregua de un mes que concedió al Gobierno mexicano aplicando un arancel del 25% al acero y al aluminio, sino que declaró que los esfuerzos que había hecho el país para blindar la frontera norte eran insuficientes.

 

Poco le pareció el costo que la ciudadanía y el gobierno de Claudia Sheinbaum debimos pagar por el desplazamiento de 10,000 integrantes de la Guardia Nacional hacía las principales ciudades del norte mexicano.

 

Esta parte del tributo reclamado por Trump para evitar que impusiera aranceles generalizados a todos los productos mexicanos, se entregó como parte de una tregua de un mes.

 

El pacto fue roto y se espera que entre hoy y mañana, el presidente de Estados Unidos anuncie otro arancel del mismo porcentaje para algunos productos nacionales, principalmente para la industria automotriz.

 

Si ese es el estilo de negociar con Trump, nada se puede hacer.

 

En primera, porque irá encareciendo la negociación conforme el Gobierno mexicano vaya cediendo y, segundo, porque no hay garantía de que cumpla sus compromisos.

 

Parece que México tendrá que conformarse con adelantar la revisión del T-MEC y esperar que en dicha negociación el magnate no nos pida Baja California como garantía.

 

Ya ve que se quiere apoderar de Canadá, de Groenlandia y de la Franja de Gaza, como si fueran terrenos baldíos.

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El empresario Carlos Slim ofreció su conferencia anual, en la que abordó todos los temas, algunos de refilón, pero que, en su voz, cobran especial relevancia.

 

Dijo, por ejemplo, que lo ideal sería invertir “entre el 25 y el 28% del PIB’’ en este año para generar desarrollo en el país, algo que se ve tan lejano como la construcción de nuestro primer cohete espacial, el “Tonantzin I’’.

 

También declaró que los aranceles no resuelven los problemas que aquejan a Estados Unidos.

 

Cuando se le pidió su opinión respecto a la reforma al Poder Judicial y si ésta no afectaba las inversiones, Slim aseguró que no, pero que tal reforma “es un absurdo que se haya hecho, pero por ahí anda volando”.

 

“Es un proceso complicado, latoso, costoso, indebido; es un error que cuando algo está mal se borre todo y se haga de nuevo’’, manifestó.

 

Pues eso piensan millones de mexicanos, pero si a él, siendo quien es, no le hicieron caso, pues al pueblo bueno y sabio, menos.

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Dice el empresario, líder sindical, político y promotor taurino, Pedro Haces, que él tiene “la cola corta, como de hámster y no como la de otros que ni siquiera cierra la puerta cuando pasan’’.

 

Eso equivale, más o menos, a lo que dijo el expresidente municipal de San Blas, Nayarit, Hilario Ramírez Villanueva, mejor conocido como “Layín’’, quien en el 2014, durante su campaña para repetir como alcalde del municipio, dijo que sí le había robado al ayuntamiento “pero nomás poquito, una rasuradita’’.

 

Haces no tenía que haber dado esa explicación que siembra más dudas que certezas, porque su familia es dueña de medio Tlalpan.

 

Pero en ese afán de querer descalificar a sus críticos con lugares comunes y acusaciones que no puede probar, porque son muletillas de su partido, comete errores verbales como ese, con el cual será recordado.

 

Ni hablar.

 

     @adriantrejo

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