Decir que la tragedia de la Línea 3 del Metro, ocurrida el sábado anterior, era cuestión de tiempo, suena a lugar común, pero no lo es.
En los años recientes, prácticamente no ha habido un día en el que algún tren, alguna estación, presenten incidentes que van desde la ponchadura de llantas, inundaciones -en tiempos de lluvia-, conatos de incendio, entre otros.
Hasta el propio sindicato había advertido, con notas en los andenes, la falta de mantenimiento en vías, andenes y trenes.
Pasó, finalmente, lo que tenía que pasar.
No hay pretextos que liberen de la responsabilidad administrativa que tiene la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum.
Distraída en su campaña presidencial, ha dejado de supervisar a sus subalternos; ignoró las quejas de usuarios y medios sobre el estado del Metro, desdeñó las advertencias del sindicato de trabajadores del propio transporte y se victimizó por los señalamientos de su responsabilidad en los incidentes graves que ha tenido el Metro durante su administración.
Si los accidentes hubieran ocurrido en una administración encabezada por el PAN o el PRI, ya se habría convocado a manifestaciones y exigido a gritos la destitución del jefe Gobierno y la del director del Sistema de Transporte Colectivo.
La tragedia se hubiera politizado justo como ahora se hace.
¿Sheinbaum es responsable?
Lo es desde el momento que asigna el presupuesto anual; dada la importancia del Metro, debería contar con un presupuesto suficiente para garantizar su óptima operación, pero no ha sido prioridad para esta administración.
Lo es también desde el momento en que privilegió la militancia a la capacidad, como ocurrió con Florencia Serranía, exdirectora del Metro que, cuando fue cuestionada sobre la falta de mantenimiento del sistema, dijo que ella no sabía, que “era solo la directora’’.
Serranía goza de la protección de Sheinbaum; la mantuvo en el cargo después del derrumbe de la Línea 12 y ni siquiera permitió que compareciera ante el Congreso local para explicar los motivos del accidente.
¿Qué hará para corregir el desastre? Por lo pronto cambió al subdirector de operaciones, Alberto García Lucio, por Francisco Echavarri Hernández.
No se dijo si García Lucio fue despedido o solo lo movieron mientras se apaga el escándalo; tampoco se precisó si estaba sujeto a una investigación administrativa o penal.
Ante todo, la jefa de Gobierno tuvo suerte de que el accidente -no incidente- ocurriera un sábado en un horario relativamente temprano para un fin de semana.
Otro hubiera sido el escenario cualquier otro día de la semana.
¿Se le abolló la candidatura? Podría ser, a pesar del coro de gobernadores que acusaron a la oposición del “uso inmoral’’ de la tragedia, tal como hubieran hecho ellos desde la oposición.
Como sea, la preferida de Palacio Nacional tendrá que explicarle a su jefe por qué el Metro sigue siendo su tendón de Aquiles.
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La coordinadora de Morena en el Congreso de la CDMX, Martha Ávila, anunció la construcción de un frente amplio en Iztapalapa, “para que siga la transformación’’.
Ávila quiere el puesto que ahora ostenta Clara Brugada y, aunque falta poco más de un año para que se definan las candidaturas a las alcaldías de la ciudad, ya levantó la mano.
A ver cómo le va porque esa delegación, considerada entre las que mayor concentración de pobreza tiene, es una de las más competidas y deseadas por todos los grupos de Morena.
¿Qué tendrá?
LEG
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