Mientras que todos los políticos militantes o afines al partido del gobierno hacen circo, maroma y teatro para sumarse a la “defensa de la soberanía’’, como si se tratara de prepararse para una guerra por territorio, en Estados Unidos ya nos tomaron la medida.

 

No basta rasgarse las vestiduras y confundir a la población entre una guerra comercial y una guerra por el territorio.

 

Nuestro territorio no está amenazado, es decir, Estados Unidos no nos quiere invadir (al menos por ahora).

 

Los castigos arancelarios que amenaza con imponer a México, son una represalia por lo que, a consideración de Donald Trump, ha sido una sospechosa omisión tanto para combatir a la delincuencia organizada como para frenar la migración ilegal.

 

Otro punto, la definición de los cárteles de la droga como grupos terroristas, provocó un soponcio entre la clase gobernante porque, de acuerdo a las leyes de Estados Unidos, todo grupo terrorista que amenace su seguridad nacional debe ser extinguido.

 

Es decir, que se esperaría que el gobierno de Trump ordenara, en algún momento de su mandato, incursiones militares o ataques teledirigidos en contra de los líderes de los cárteles mexicanos, algo que el gobierno consideró “un ataque a la soberanía’’.

 

Si la defensa de los diputados, senadores y gobernadores es para evitar un eventual ataque a los cárteles teniendo como pretexto “la soberanía’’, no tendrán mucho eco entre la población informada.

 

Y no tendrán porque, si bien ningún mexicano estaría de acuerdo en una invasión, existe el consenso generalizado que las autoridades mexicanas o no quieren o de plano no pueden acabar con la delincuencia organizada.

 

¿A qué defensa se refieren los diputados morenistas que ayer firmaron un “acuerdo de unidad’’ en torno a las decisiones presidenciales? ¿Qué eso no se da por hecho?

 

No nos distraigamos con los pretendidos clones de Juan Escutia y su unidad elemental.

 

El riesgo palpable es económico, derivado no solo de las medidas que podría imponer Trump a México, sino de la propia política de gasto del gobierno, que no ha cesado de crear “becas’’ desatendiendo sectores tan importantes como la salud y la seguridad.

 

El país está seriamente endeudado y no se ve cómo será posible que se reduzca el déficit fiscal como prometió el secretario de Hacienda hace unos meses.

 

Y para una guerra comercial, no se puede invocar al Himno Nacional.

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Ni el domesticado INE ha podido dejar pasar el cochinero del que resultaron “insaculados’’ los futuros candidatos para integrar el nuevo poder judicial del bienestar.

 

Nombres sin documentos o direcciones para localizar a los candidatos y, el colmo, la denuncia pública de una candidata que no cumplió ningún requisito y aún así aparece en la lista final.

 

Esos errorcitos (horrorcitos) son una prueba de lo que seguramente ocurrirá el día de la elección que, conforme avanza el proceso, más detractores suma.

 

Eso no implica que la elección se vaya a detener, de ningún modo, pues el Congreso está dispuesto a concretar la venganza de López Obrador hacia el poder judicial.

 

Y no lo decimos nosotros, lo dijo el mismo Gerardo Fernández Noroña en un video en el que pondera la sagacidad política de López Obrador para vengarse del Poder Judicial desapareciéndolo como lo conocemos hasta hoy.

 

“Es un genio’’, remató. (https://www.youtube.com/shorts/7QhrdIbvH8E? feature=share) Ya veremos en unos meses los costos de esa genialidad.

 

      @adriantrejo

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