La terca realidad sigue demostrando que la pobreza no se combate regalando dinero sino creando las condiciones necesarias para la generación de empleos.

Ayer el Coneval informó que 3.8 millones de mexicanos son más pobres que en el 2018, a pesar de la multiplicación de los apoyos sociales a un segmento mayor de la sociedad.

Según la institución, el porcentaje de mexicanos en pobreza en el 2018 era de 41.9%; dicho porcentaje aumentó en el 2020 a 43.9%, equivalente a 3.8 millones de mexicanos.

Los apoyos sociales no pueden generar beneficios a largo plazo, nunca.

Solucionan, a medias, los problemas inmediatos de las familias pero no les generan riqueza ni a ellos ni al Estado Mexicano.

Habrá quien diga que la cifra se incrementó debido a la pandemia y tiene razón.

Pero el país ya traía un crecimiento económico negativo desde el 2019 que se agravó en el 2020.

Lo delicado del tema es que, de acuerdo con el estudio, estados que habían tenido un dinamismo económico muy importante como Quintana Roo figuran ente los cinco que mayor número de pobres aportaron a la estadística.

También destaca el hecho de que los mexicanos menos favorecidos tienen más problemas para acceder a los servicios de salud, algo que no se veía en años anteriores.

La estadística tendría que servir para corregir el rumbo pero no será así.

Este Gobierno está empeñado en llevar el paternalismo a grado sumo, con fines políticos.

Si no fuera así, estaría promoviendo la inversión privada en todos los lugares en los que la pobreza ha enseñoreado por décadas.

Los beneficios de los apoyos sociales tienen la duración -y el brillo- de un chispazo, pero no resuelven el problema.

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Seguramente el próximo miércoles en la gustada sección cómico-mágico-musical de la conferencia mañanera, “Quién es quién en las mentiras’’, habrá un apartado especial para lo que ocurrió hoy en el púlpito presidencial.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, al referirse al conflicto que existe en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), ordenó la exhibición de un tuit enviado el 5 de octubre del 2020, desde una supuesta cuenta a nombre de Reyes Rodríguez Mondragón, que ayer fue votado como nuevo presidente del Tribunal.

El mensaje deseaba la muerte al “viejo… de Palacio Nacional’’.

López Obrador lo exhibió como cierto y como ejemplo de los ataques que recibe diariamente.

Pero el mensaje había salido de una cuenta apócrifa, denunciada desde el 9 de octubre de 2020, por el propio Rodríguez Mondragón ante la Fiscalía General de la República.

En su denuncia por los delitos “tipificados como sedición, conspiración y acceso ilícito a sistemas y equipos informáticos’’, el magistrado presenta testimonios gráficos de cómo su cuenta había sido hackeada en los días previos.

La querella va acompañada de capturas de pantalla que los tuits que salieron de esa cuenta a pesar de que el magistrado ya la había cerrado por precaución.

Reyes Rodríguez denunció que el 6 de octubre del 2020, de las 08:00 a las 20:00 horas, en Twitter el hashtag #RenunciaReyesRodriguez, tuvo 33,937 tuits y fue tendencia todo ese día.

La mayoría de esas cuentas, dice el magistrado, están (o estaban) asociadas a Morena y fueron replicadas en medios digitales e impresos del país.

Por eso solicitaba una investigación y sanción “contra quién resulte responsable’’.

Eso fue el 9 de octubre del 2020.

¿Los asesores del Presidente o su director de comunicación social no sabían del asunto? ¿De verdad desconocían la demanda?

Si el Presidente no sabía, malo, si lo sabía, peor.

LEG