Jorge Luis Preciado, exsenador, exdiputado y excandidato a gobernador de Colima, renunció a su militancia panista argumentando que el método de selección del candidato presidencial del Frente por México “es un fraude’’.

Seguro que la autoridad moral del ahora expanista radica en sus poco más de 7,000 firmas recabadas hasta ayer, muy pero muy lejos de las 150,000 requeridas para continuar en el juego.

Ayer le comentamos en este espacio sobre las críticas que hizo Xóchitl Gálvez a la plataforma de recolección de firmas que, por causas aún desconocidas, permitió que las cuentas de algunos aspirantes registraran un incremento inusual de apoyos en muy pocas horas.

Y sin necesidad de hacer la promoción que otros aspirantes sí hacen.

Preciado se lanzó a la aventura de querer ser candidato presidencial sabiendo, de todas todas, que era un sueño guajiro.

Ni siquiera en el PAN lo tomaron en serio cuando levantó la mano, pero, en un afán de mostrar apertura, fue registrado como otros tantos que solo buscaron el reflector para ver qué podían negociar.

En la política hay un dicho que aplica, invariablemente, en todos los procesos electorales: jugar la grande para negociar la chica.

Es decir, hacer creer que se tiene la fuerza y/o autoridad suficiente para reclamar una candidatura “grande’’ para negociar, digamos, un premio de consolación.

Como Preciado, hay otros cuatro o cinco aspirantes que pasaron el primer filtro y que no llegaron a la meta de las 150,000 firmas; hoy se darán a conocer esos nombres.

Ahora, por supuesto que la declaración del colimense hace ruido a un sistema que ya había sido criticado por Gálvez, pero los pesos específicos de ambos no son comprables.

El proceso de selección del Frente avanza conforme a su calendario y ni la pirotecnia que desató la “denuncia’’ de Preciado, hizo que se modificará la agenda.

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Quién sabe qué libros está leyendo la secretaria de Educación, Leticia Ramírez, quien aseguró ayer que el Gobierno le apuesta a una educación “basada en valores para fortalecer el tejido social’’.

No, pues qué bueno que lo aclara.

Porque así como muy fortalecido el tejido social no se ve en los libros de texto gratuitos, cuando se pone como ejemplo “una marcha fifí’’ que impidió que el pobrecito conductor de un pesero no ganara, ese día, ni para comer.

Los libros en cuestión solo profundizan las diferencias ideológicas entre buenos y malos, entre pobres y ricos, entre empleadores y empleados.

¿Eso es el humanismo que fortalecerá nuestro tejido social como país?

En el discurso que le prepararon, la secretaria de Educación dijo que las críticas “no son contra los libros de texto gratuitos, sino contra la transformación del país, que apuesta por una educación basada en valores para fortalecer el tejido social’’.

Según la funcionaria, los libros buscan impulsar el desarrollo personal y profesional con respeto a los otros y promover la solidaridad.

Si así fuera, no habrían reservado por cinco años las minutas de las reuniones en las que se discutieron los contenidos de los libros.

Y eso que se presume “el gobierno más transparente de la historia’’.

Si, claro.

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El embajador de México en Washington, Esteban Moctezuma, tenía pensado renunciar hace más de un mes a la representación diplomática para sumarse a la campaña de Marcelo Ebrard.

Hasta había comenzado una mudanza.

Pero o no lo dejaron o no le vio futuro a la candidatura de su amigo.