Ante la actual situación económica por la que atraviesa México, en la que se estima un decrecimiento de hasta menos siete por ciento; a nadie debería extrañar la creación de nuevos impuestos para el próximo año.

 

El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, siempre ha sido claro en sus declaraciones: en los primeros dos años de gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, no habría nuevos impuestos; pero ya se está preparando el Presupuesto de 2021 y ante la enorme necesidad de recaudar más dinero para poder mantener los apoyos sociales y los proyectos del sexenio, se antojan ajustes al alza.

 

Quizá la pandemia del coronavirus, sí cayó como anillo al dedo al Presidente, porque aunado a los bajos precios del petróleo que afectó aún más las finanzas de Pemex, a la pérdida de más de medio millón de empleos en sólo un mes, el mayor desde que se tiene registro; el gobierno de López Obrador tiene el pretexto perfecto para aumentar las contribuciones el próximo año.

 

La solución para evitar que los contribuyentes, de por sí ya afectados por la crisis, no paguen más impuestos, sería dejar de lado los proyectos «prioritarios» del Presidente.

 

Ante la nueva realidad, la prioridad en México es contar con servicios de salud suficientes, prioridad es generar empleo, prioridad es apoyar a millones de micro y pequeños empresarios que perdieron sus negocios, prioridad es adecuar las escuelas para la nueva realidad después de la pandemia.

 

Pero construir el Tren Maya en el suroeste del país, una refinería en Dos Bocas, Tabasco, en medio de la peor crisis del petróleo no son prioridad, esos son caprichos.