Hace unos meses, la Secretaría de Educación Pública realizó una importante licitación para adquirir computadoras para estudiantes de 5º y 6º de primaria. Se trató de una compra de 240 mil laptops, cuyo costo es de unos 220 dólares en promedio cada una. Estas computadoras estaban destinadas a los estados de Tabasco, Colima y Sonora, y recién comenzó la entrega a los alumnos.
El tema de que todos los niños de primaria tengan acceso a computadoras puede representar un gran salto en la formación de las nuevas generaciones y desde esa perspectiva estoy completamente de acuerdo con la adquisición.
La licitación generó notas de prensa en distintos medios respecto a supuestas irregularidades. Al final de cuentas, sin embargo, el grupo ganador de la licitación es el proveedor de estas computadoras, un consorcio conformado por las empresas Grupo Mercantil Te Prestamos, Integra Ingeniería y Corporativo Arca. ¿Son fabricantes de las computadoras? No, son intermediarios. Las computadoras son de China.

 

Haciendo un poco de matemática podemos darnos cuenta de que estamos haciendo un pésimo negocio. No sé si México pueda producir o no computadoras en 220 dólares. Lo que sé es que hay 13.6 millones de niños en primarias públicas en México. Esto significa si los niños de 5º y 6º años de primaria pública usarán laptops, en los próximos 5 años necesitaremos más 13 millones de laptops para niños.

 

Podía apostar a que las computadoras de las escuelas públicas se seguirán fabricando en China por la falta de visión del gobierno nacional. Con buenos deseos digo otra cosa: se nos prende el foco y nos aseguramos de que esas computadoras tengan una mayoría de componentes hechos en México.

 

Claramente el gobierno no sólo comprará las computadoras de las escuelas, también requerirá las computadoras de toda la burocracia, tanto federal, como estatales y municipales, equipo médico para los hospitales, y muchos otros bienes tecnológicos. Gran parte de la dificultad para encontrar un proveedor mexicano en estas licitaciones es que, cuando son muy grandes, nadie tiene la capacidad de abasto en un lapso breve de tiempo.

 

El error, por lo tanto, está en la programación de las compras gubernamentales. Por reglas estrictas, los gobiernos hacen licitaciones muy precisas y en general las hace cada dependencia de acuerdo con su programa anual. Lo que tendría que ocurrir es que se unificaran las necesidades nacionales y las licitaciones tuvieran una estrategia de largo plazo: generar cadenas productivas nacionales.

 

Es cierto que los tratados de libre comercio que ha firmado México le exigen convocar a licitaciones internacionales, salvo reservas específicas. Sin embargo, lo que no está impedido el gobierno es a establecer programas productivos basados en un precio objetivo (digamos, los 260 dólares por computadora que se fijó para la adquisición de la SEP), pero sí se dificulta la programación de necesidades multianuales, justo donde encontramos la mayor oportunidad de transformar las compras en desarrollo.

 

Tenemos certidumbre de que en cinco años la SEP comprará más de 13 millones de computadoras para niños de los últimos dos años de primaria y gastará unos 3,500 millones de dólares. ¿No es dinero suficiente para establecer un programa nacional de producción de computadoras de bajo precio?

 

Esa no es la única certidumbre que tenemos: podríamos saber cuánto se consumirá de tintas para impresora, cuánto de software, de vehículos, de equipos de rayos X, de camillas, etcétera. El problema es que los gobiernos se esmeran en cancelar cualquier elemento de certidumbre en el desarrollo nacional. Si México programara mucho mejor sus gastos gubernamentales, sus proyectos de infraestructura, y por supuesto sus procesos de adquisiciones, entonces habría mejores oportunidades para fabricantes nacionales.

 

La improvisación y las reglas actuales constituyen una castración a la economía nacional.

 

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