El apetito extranjero por la deuda que emite el gobierno mexicano no para. Al 7 de enero pasado los inversionistas extranjeros poseían la fabulosa cantidad de un billón 589 mil 153 pesos en diversos bonos de deuda gubernamental, esto es un incremento de 65% respecto de lo que tenían hace un año.
Si vemos el crecimiento de las compras que han hecho los extranjeros de deuda pública mexicana en un lapso mayor, en los últimos tres años, ésta ha crecido cuatro veces; pasó de 315 mil millones a casi 1.6 billones de pesos.
En términos de dólares la tenencia de extranjeros de la deuda pública del país ronda los 125 mil millones de dólares que significa 76% de las reservas internacionales que posee el Banco de México a la fecha.
Todos estos datos describen con claridad el enorme apetito que desde hace por lo menos tres años despertó entre los inversionistas globales la deuda que ofrece el gobierno mexicano. Evidentemente que es un signo de confianza en la estabilidad económica y en el manejo de las finanzas públicas, que se ha traducido en la incorporación de paquetes de bonos de deuda pública del país en índices de inversión globales (como ocurrió en 2010 con el World Government Bond Index, WGBI, de Citibank) favoreciendo las compra de deuda mexicana por parte de fondos institucionales de todo el mundo.
Pero la confianza ha ido de la mano de los atractivos rendimientos que ofrecen nuestros bonos y de la relativa estabilidad del peso derivada de una política cambiaria predecible por parte de las autoridades monetarias, o mejor dicho, mucho más predecible en sus decisiones que lo que ocurre con las autoridades de otras economías emergentes competidoras, como Brasil.
De hecho el 13 de diciembre pasado Bill Gross -una de las voces más escuchadas en el mercado global de bonos por la sencilla razón que dirige PIMCO, una de las mayores firmas de inversión en bonos que administra alrededor de dos billones de dólares- recomendó los bonos mexicanos por sus “atractivos rendimientos” por encima de otros bonos de países emergentes. Y como ayer reportó la agencia Bloomberg, el consejo de Gross hizo efecto inmediato en inversionistas tan distantes geográficamente, pero no en la rentabilidad que buscan, como los inversores japoneses que el año pasado incrementaron cinco veces su posición en bonos mexicanos denominados en pesos, conocidos como “Uridashi”. De hecho el propio PIMCO es uno de los tenedores más importantes de deuda pública mexicana especialmente de bonos de largo plazo que son los que ofrecen rendimientos sumamente atractivos en pesos.
La pregunta que queda es si estas compras aceleradas de deuda mexicana por parte de los extranjeros -que no han cesado- representan algún tipo de riesgo para la estabilidad futura de la economía. A la fecha 37% del total de los títulos de deuda del gobierno en circulación están en poder de extranjeros y, como dijimos, representan ya tres cuartes partes de las reservas actuales del país.
Habrá que poner mucha atención. Y es que en un entorno financiero internacional incierto, con efectos potenciales sobre cambios en la dirección de las tasas de interés y en la estabilidad cambiaria, los riesgos son mayores y las políticas precautorias también deberían crecer.
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