El ajedrez geopolítico lo aprendió en la KGB; del eclipse que pasó sobre la Unión Soviética (Gorbachov), Vladimir Putin sólo manifiesta repudio. Las transformaciones, para el hoy presidente ruso, sólo pasan por el fortalecimiento del imperio, claro, no estadunidense ni chino, ruso.
Las asimetrías imperiales entre Estados Unidos y Rusia, Putin las ha atemperado a través del distorsionamiento del mercado energético global, pero sobre todo, por el desfallecimiento de la ONU, OTAN y G8-1 (G7 sin Rusia); el estallido de la crisis del euro, el etnocentrismo chino y las muertes de Kim Jong-il, Sadam Husein y Osama Bin Laden.
Los golpes dados por el Acta Patriota (George Bush Jr.) se le han revertido al hoy presidente Obama. Le ha costado medio pulmón (político) el retorno de sus tropas de Afganistán, la inestabilidad de Irak, y sobre todo, la imposibilidad de disipar la metáfora macabra de Guantánamo. Por si fuera poco, por las calles de Moscú camina Edward Snowden, el alter ego de los hackers, de los anti sistema, de los desempleados, de los antiestadunidenses y de los que pensaban que internet era el reino de la libertad absoluta. En contraparte, algunos republicanos desean ver, junto a Julian Assange y Bradley Manning, a Snowden en la silla eléctrica.
El primer año del segundo mandato de Obama ha sido el peor que se recuerde en la historia de los presidentes que lograron la reelección. La salida de Hillary Clinton de la Secretaría de Estado dejó huérfana la visión de la política exterior de Estados Unidos. Y sabemos que la fortaleza de Estados Unidos se exhibe a través de su política exterior. En efecto, con la llegada de John Kerry, Obama se puso un solo objetivo: lograr que israelíes y palestinos firmen la paz. Este hecho es muy loable; sin embargo, convertir a su estrategia global de política exterior en monotemática es algo más que arriesgado.
El último amago que hizo el presidente Obama para poner orden en Siria fue contrarrestado por el presidente ruso. Bajo la premisa de que paz es mejor que guerra, Vladimir Putin se encargó de borrar las siguientes palabras amenazantes del presidente estadunidense sobre su contraparte siria, Bachar al Asad: “Si pasa la línea roja (armas químicas) atacaremos”. ¿Qué sucedió para que, habiéndose detonado arsenal químico el 21 de agosto en Ghouta, en la campiña de Damasco, y en donde murieron más de 400 niños, el presidente Obama no haya decidido atacar?
Crimea es el reciente trofeo para Vladimir Putin. Sobre el tablero de ajedrez, el presidente ruso utilizó de manera magistral al tirano Víctor Yanokóvich para detonar las ondas de poder rusas sobre lo que un día fue su territorio. A dos manos, hace dos viernes Yanukóvich negociaba con los ministros de Exteriores polaco, francés y alemán, el adelanto electoral para precipitar su salida, al mismo tiempo, con la otra mano, permitió que un grupo de francotiradores se aposentara en las azoteas de edificios que circundan la plaza Maidán, en Kiev para sembrar balas en los cráneos. ¿Qué sucedió durante la madrugada del sábado 22 de febrero para que no se cumpliera el pacto entre Yanukóvich con los tres ministros europeos? Lo único que se conoce es que Yanukóvich escapó de Ucrania para refugiarse en Rusia. ¿El Congreso lo tumbó, siendo mayoría el Partido de las Regiones, al que pertenece Yanukóvich? Lo que siguió a la salida de Yanukóvich fue la reaparición del presidente Putin. Crimea, a sus pies. El 58% de los 2.2 millones de habitantes en esa zona son rusos.
Ingenuos quienes pensaron que Estados Unidos movería un dedo en Ucrania. Obama es compañero de Putin en los viajes pedregosos del momento. Lo mismo en Irán, que vive la era post Mahmud Ahmadineyad, como en Siria, donde Bachar al Asad recicla su aplastamiento sobre la sociedad. ¿Y Kerry? Bien, gracias. Organizando tertulias entre israelitas y palestinos.
Angela Merkel, al parecer, se ha atrevido a dejar de hablar de economía para atemperar el conflicto ucranio. Sus conversaciones con el presidente ruso resultan más eficientes que los 90 minutos de plática entre Obama con Putin el sábado pasado.
Ahora vienen las penalizaciones comerciales contra Rusia. El 30% del gas que consumen los 28 países de la Unión Europea es ruso; 60% del que consumen los ucranios, también lo es. Alemania, Italia y Francia le importan 36%, 32% y 28% respectivamente. El martes, sin pelos en la lengua, Putin alzó la voz y dijo (palabras más, comas menos): cuidado con las represalias comerciales en este mundo global.
Lo que sabemos es que la influencia del G0 crece día a día. El desgobierno global nos sitúa en un escenario vulnerable donde la confianza de la sociedad por sus políticos es 0; la influencia de la OTAN o G8 es 0. Donde las matemáticas del poder se reducen al descubrimiento maya. El cero.