TOKIO. Entro a las tiendas y trato de ver a los ojos a los modelos artificiales de los que cuelgan las prendas. Siento que me observan. Los llaman robo-mannequins.
Ginza, sin temor a equivocarme, derrocha más estilo que la calle que tú nombres en Nueva York. De pronto un Bentley, luego un Ferrari, muchos Mercedes, muchos Porsche. En este sector de la capital japonesa te puedes tomar un café en Bulgari, pensar en cualquier marca de lujo del planeta, mencionarla y encontrarla a unos pasos. Llama la atención la ropa de los que frecuentan este lugar. Los peinados. Parece que todos van a una cita especial, pero no. Así acostumbran demostrar su éxito profesional: el mejor auto, reloj, vestido, traje, zapatos, collar, peinado… Y todos caminando por la calle, en medio de los turistas que quisieran robarles un poco de estilo al entrar a una tienda. Como si unos dólares o euros o pesos compraran estilo, sofisticación o ese no sé qué que la clase alta japonesa luce tan bien.
En medio de toda esta mercancía que algunos sueñan con poder comprar algún día y lucirla como si toda la vida la hubieran portado, alguien te observa. Parece que no te ve. Tiene la mirada enfocada hacia ningún punto del horizonte de texturas, colores y olores de la mercancía que deseas. Modelan las prendas naturalmente, no se cansan de estar erguidos haciendo que los envidies. Pero no tienen sentimientos, lo único que les da razones para vivir son las nuevas colecciones, las nuevas temporadas, la mercancía de moda. Y no me refiero a los ríos de trend setters que corren por aquí. Hablo de los robo-mannequins, esos muñecos que ahora cuentan con tecnología avanzada para cuidar que nadie se robe nada o para ayudar a los dueños de los almacenes a conocer las tendencias de sus compradores.
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Mainichi no imprimió este domingo en su sección internacional ni una sola palabra sobre México ni de su nuevo presidente, Enrique Peña Nieto. Yomiuri Shimbun también ignoró el cambio de gobierno en Mekishiko y los anuncios de todos los nombres del gabinete. Para la edición asiática de fin de semana de The Wall Street Journal tampoco es importante lo que sucede en ese país al sur de Estados Unidos.
En la televisión tampoco mencionan los disturbios en las calles del Distrito Federal, como alertan segundo a segundo los portales de internet mexicanos, las páginas de Facebook y las cuentas de Twitter alimentadas desde las calles de la capital. Mientras allá son las 21:07 del sábado, acá es mediodía. Desde hace un par de horas los cortes informativos de las principales cadenas hacen enlaces son el túnel de Sasago, a unos 80 kilómetros de Tokio. Desde los helicópteros de las televisoras de nota humo salir de la boca de la tierra. Exhala humo hacia el cielo y ambulancias, coches de bomberos, equipos de rescate, policías y reporteros se ven ir y venir desconcertados. Entrevistado en un hospital cercano a la zona de desastre, un hombre que dice ser sobreviviente de la tragedia cuenta que el techo cayó de pronto. Nadie sabe todavía cuántos autos quedaron atrapados, o personas, o si todos escaparon. Lo cierto es que es un tramo transitado. Un auto desgarrado, del otro lado de los automovilistas varados, es la explicación más cercana a milagro en este momento. El lado izquierdo del Subaru parece que fue arañado por unas garras de piedra, como si lo hubieran querido apretar y hubiera logrado acelerar hacia la luz. El lado derecho del conductor, intacto, da cuenta de la suerte que corrió el dueño del vehículo deportivo.
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Una noticia que sí incluyen y repiten los diarios japoneses es la de los robo-mannequins. Citan a una empresa italiana como la más avanzada en el desarrollo de esta tecnología: Almax Technologies. EyeSee Manequin se llama el producto, inventado por la Universidad de Milán. Supuestamente, varias tiendas han ordenado estos aparatos que además de lucir prendas, graban con los ojos cada movimiento que haces. Yo todavía no conozco las claves para detectarlos. Pero siento que todos me miran.