El pasado 8 de marzo, el sitio de tecnología “All things digital”, propiedad del diario estadunidense The Wall Street Journal publicó una nota en la que un alto ejecutivo de Samsung hacía comentarios despectivos y en mi opinión, exagerados, sobre la versión más reciente del sistema operativo de Microsoft, Windows 8. Más allá de los comentarios, me sorprendió la soberbia del ejecutivo, propia de quienes pueden ocupar una posición de gloria, y muy fuerte para el mundo de los negocios, al menos los que gustan de llevar relaciones políticamente correctas y que me hizo recordar una anécdota de hace algunos años.

 

Era el año 2002, cuando junto con un grupo de periodistas realicé un viaje a Japón, en compañía de ejecutivos de Sony, la empresa que entonces nos invitó a conocer sus instalaciones. Alguien preguntó a la persona responsable de Relaciones Públicas de la empresa en ese momento si había algún competidor con quien tuviera algún tipo de rivalidad especial; con contundencia y algo de rabia disimulada, respondió que Samsung. Argumentó que “no se valían” las prácticas de la empresa coreana, que en su apreciación, estaba copiando tecnología de Sony, en particular en el negocio de pantallas y televisiones.

 

El enojo frente a Samsung en ese momento me pareció desmedido. Sony era una empresa admirada, sinónimo de innovación y en países como México, altamente apreciada como marca. Samsung entonces figuraba más como una empresa “conocida”, por la que se podía arriesgar, pero de la que casi todos los consumidores tenían certeza de no estar adquiriendo un producto con la tecnología más avanzada.

 

Pero el tiempo me fue diciendo el por qué entonces la trayectoria que seguía Samsung irritaba tanto a una empresa como Sony. La historia de hoy lo explica: Samsung ha evolucionado de forma impresionante su negocio de pantallas, lidera con un concepto conocido como Smart TV y es sinónimo de innovación; en contraste, Sony se ha enfilado en un tobogán de resultados complicados durante los últimos años y lo más preocupante, ha perdido ese halo de innovador que lo caracterizara décadas atrás. Una auténtica voltereta en el mundo de los negocios.

 

Hoy la empresa coreana libra otra batalla de similar envergadura, retando a un grande, Apple, que por cierto, también ha argumentado varias veces copia de producto (como hace una década nuestra afinada amiga de Relaciones Públicas de Sony apuntaba). De la misma forma como la batalla parecía irracional, hoy Samsung está demostrando que en otra arena, la de telefonía móvil, puede también hablar de tú a tú a los más grandes e incluso, salir bien librado (al tiempo que termino este texto, empiezo a conocer detalles del nuevo Samsung Galaxy IV, su producto estrella y a juicio de muchos, en su versión previa superior al iPhone de Apple).

 

¿Cuál es el futuro de esa sorprendente empresa, de ejecutivos irreverentes a decir del texto de All things digital? Al momento, parece destinada a capitalizar su extraordinario ascenso, y ocupar un puesto de honor dentro del pódium de los más grandes creadores de tecnología de consumo. Pero así como ayer fue Sony, mañana puede ser Samsung. Y así como Samsung dio una voltereta tremenda al juego, alguien más podría darla en un futuro.

 

@jorgetaboada

 

 

 

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