Dice el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que con las reformas transformadoras y el mega Plan Nacional de Infraestructura 2014-2018 -que tendrá un presupuesto de 7.7 billones de pesos-, el crecimiento de la economía podría ubicarse al final del sexenio en 5.3%, lo que significa que dejaríamos atrás la mediocridad que nos persigue desde hace varios sexenios.

 

La más importante de las reformas es precisamente la energética, cuyas leyes secundarias envió el Ejecutivo al Legislativo el miércoles pasado para que las “enriquezca”. A ver si no pasa lo mismo que con las reformas de telecomunicaciones, política y otras que se atoraron en el Congreso, advierten los malosos.

 

Con la reforma energética llegarán al país cientos de miles de millones de pesos cada año, dice el Gobierno Federal, los cuales no se van a despilfarrar -como ocurrió en la abundancia petrolera de la administración lopezportillista- porque parte de los recursos que se obtengan por la renta petrolera irán a parar a un fideicomiso que será administrado por el Banco de México; nadie podrá disponer de ellos porque formarán parte de la reserva petrolera. Bueno, sólo si hay una crisis financiera podrá tomarse un cachito o un cachote de esa lana. Según el secretario de Hacienda, si en 1994-1995 México hubiera contado con ahorros del 3% del PIB, como se pretende alcanzar con este fondo petrolero, no habría sido necesario solicitar ningún apoyo internacional en aquella crisis, y lo más probable es que seguramente aquella crisis no habría ocurrido.

 

Bueno, si hubiéramos administrado los abundantes recursos en el sexenio de López Portillo, si los excedentes petroleros -que también sumaron cientos de miles de millones de pesos en la administración de Vicente Fox- no los hubiera malgastado tanto el gobierno Federal como los gobiernos estatales de todos los colores; si Salinas no se hubiera “conejeado” toda la partida secreta (Luis Téllez dixit), en fin, si toda esa lana se hubiera invertido en carreteras, puentes, puertos, aeropuertos, trenes, hospitales, presas, plantas petroquímicas, gasoductos y miles de proyectos, este país sería otro.

 

La futura edad de oro del petróleo que disfrutaremos los mexicanos, de acuerdo con las promesas de los neopriistas del siglo XXI, traerá consigo la segunda oportunidad para

 

"administrar la abundancia", después del estrepitoso fracaso de José López Portillo, autor de esa inolvidable frase que acabó convertida en atole con el dedo, acotan los observadores políticos. No ha pasado demasiado tiempo -menos de 40 años- desde que aquel presidente de la República, militante del viejo PRI del siglo XX, trató de hacer del petróleo la palanca del desarrollo, con los lamentables resultados que todavía no podemos olvidar. La reforma constitucional en materia energética es un hecho, y aunque están pendientes las leyes secundarias, el PRI cuenta con los votos casi suficientes para que los legisladores federales las aprueben -y las mañas para hacerlos suficientes-, por lo que más temprano que tarde la industria petrolera contará con el marco legal necesario para que comencemos a recoger los frutos que estamos esperando desde el 18 de marzo de 1938, fecha de la expropiación de nuestro principal recurso natural no renovable. "¿Y para qué recordar la desafortunada frase lópezportillista?", pregunta un desmemoriado ciudadano. "Nada más para tenerla presente", responde un memorioso observador, "y para que no volvamos a tropezar con la misma piedra", agrega. "Tropezar con la misma piedra", termina el observador aguafiestas, "significaría terminar este sexenio en el año 2018 pidiendo perdón a los pobres, como lo hizo, bañado en lágrimas, López Portillo en 1982." Arghhh! ¡Que la lengua se le haga chicharrón a ese observador! Gritan desesperados miles de neopriistas que ya no saben ni quién fue JLP.

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