Ayer, en la sesión de la Comisión Permanente, en el marco de la declaración de constitucionalidad de la reforma política del DF, se encendió el aplausómetro legislativo y dos personajes se llevaron las palmas: Miguel Ángel Mancera y Porfirio Muñoz Ledo, este último comisionado del GDF para coordinar los trabajos en la materia. El que no la pasó nada bien fue Agustín Basave, dirigente del PRD. Abandonó el salón de sesiones antes de que terminara la ceremonia, apresurado, sin despedirse y con el rostro desencajado.
Depresión postalianza
Lo que ocurrió en San Lázaro es una muestra de lo que se vive en el partido del sol azteca. Personajes que se han reunido en los últimos días con Agustín Basave dicen que lo ven desanimado y hasta deprimido. Lo reconocen como un buen teórico, pero perciben que ha fallado en la operación política, sobre todo con el tema de las alianzas. Internamente ha dejado muchos frentes abiertos, crece el número de tribus inconformes y no descartan que su salida se dé antes de lo esperado. ¿Será?
El síndrome del pato
De cara a la renovación de la gubernatura en Oaxaca, dos prominentes perredistas están apuntados para encabezar la alianza PRD-PAN: José Antonio Estefan Garfias y Benjamín Robles; sin embargo, quienes conocen de cerca a don Benjamín dicen que padece el síndrome López Obrador, porque todavía ni siquiera es candidato y ya camina, actúa y da órdenes como si fuera el gobernador del estado. ¿Será?
El peor enemigo
En los últimos meses quedó de manifiesto que el peor enemigo de los políticos son ellos mismos. Y más aún cuando la tecnología ha hecho posible grabar a cualquiera de ellos comportándose tal y como son, cuando no están en público. Se han captado desde amenazas hasta propuestas indecorosas y algunos actos de corrupción. Si no que le pregunten a Jorge Luis Preciado, a Cuauhtémoc Blanco o al alcalde de Tulancingo, Julio Soto, a quien lo balconearon diciendo que si hacen manifestaciones en su contra no firmará escrituras. ¿Será?